Las cascadas del río Borosa, paraíso interior de Jaén

Esta formación geológica natural es el resultado de miles de años de construcción silenciosa por parte del agua del camino por el que discurre el río de tal nombre. En su recorrido se puede apreciar el trabajo que los sedimentos arrastrados por el río y las fuerzas tectónicas han realizado durante milenios para generar, capa a capa, el paisaje rocoso.

También hay puntos en los que se aprecia claramente como esas mismas fuerzas telúricas recrean el paisaje, como en los conocidos como «Caracolillos», donde aficionados y profesionales de la geología han explorado como los estratos se han modelado en el pliegue del Borosa.

Pero a veces esos plegamientos devienen en fracturas y, entonces, surgen espectaculares saltos de agua como las cascadas del Borosa, de la Calavera o de los Órganos, a cuál más espectacular que la anterior. A pesar de la escasez de lluvias de este invierno y primavera en la zona, el agua sigue manando en el río y disfrutar de su belleza es un auténtico espectáculo.

Eso sí, para llegar hasta las mismas vamos a invertir una buena cantidad de tiempo, lo que hay que tener en cuenta a la hora de planificar el camino, que se realiza, tanto en ida como en vuelta, por el mismo sendero. A cambio, vamos a disfrutar de un paraje maravilloso en todos y cada uno de los pasos que demos por el mismo.

La ruta hasta llegar a los embalses y cascadas del nacimiento del Río Borosa es conocida y, por tanto, bastante discurrida, está bien señalizada, es de una dificultad media - baja y puede adaptarse a hacerla con niños o personas que no estén en gran condición física. Muchos ponen como punto y final las pasarelas de la Cerrada de Elías, haciendo un camino de apenas dos horas. Otros, más intrépidos, se atreven a llegar hasta el Collado Bermejo, o a hacerse una foto con el Pino de Félix Rodríguez de la Fuente, o plantean una ruta circular en Mountain Bike hasta Arroyo Frío.

En wikiloc vamos a encontrar multitudes de indicaciones, pero, por lo general, cualquier senderista con un mínimo conocimiento no va a tener dificultad para seguir el camino. Otro de los puntos a favor con los que cuenta la ruta es su facilidad tanto para llegar al punto de salida como para aparcar el vehículo. Desde Arroyo Frío, uno de los enclaves más turísticos del Parque Natural, partiremos en dirección al recién remodelado Centro de Interpretación de la Torre del Vinagre, a unos cinco kilómetros de distancia.

Antes de llegar allí (o tras visitarlo) a la derecha encontramos el aparcamiento de la piscifactoría del Arroyo de las Truchas, punto de salida de nuestro sendero. Hay que tener en cuenta que esta ruta es uno de los puntos de máximo interés de los senderistas, por lo que, en determinados días, como puede ser un domingo, puede haber más concurrencia de la deseada.

No es raro ver, en los primeros metros del sendero, a andadores provistos de sneakers o, incluso, castellanos; pero, si vamos a llegar hasta las cascadas, deberíamos de ir provistos de calzado adecuado, zapatillas o botas de montaña, a ser posible, impermeables. También deberemos, sea cual sea la época del año, llevar algún tipo de prenda de abrigo; por último, no olvidar, aunque vamos a encontrar varias fuentes en el camino, agua para aliviarnos en los momentos más duros del recorrido y una linterna o frontal, porque, aunque cortos, tendremos que atravesar túneles.

Eso en cuanto a lo básico para llevar, con los complementos que cada uno estime oportuno, en función de sus gustos o necesidades. Pero siempre hay que recordar que para dejar no hay que llevar nada, en ocasiones alguno de los múltiples visitantes que recorren el sendero deja en el mismo algún tipo de basura, rompiendo la belleza del paisaje y perjudicando al entorno natural, comportamientos que no son bien recibidos por los habitantes de la zona.

Partimos de una altitud de 670 metros sobre el nivel del mar, y tendremos que llegar prácticamente al doble de la misma, más de 1.200 metros, salvando el desnivel durante unos 9 kilómetros para encontrar las primeras cascadas. En menos de tres kilómetros más adelante hallaremos la Laguna de Valdeazores, lugar habitual para poner punto y seguido al recorrido y enclave de magnética belleza. En días poco concurridos, no es extraño ver animales de todo tipo abrevar en sus aguas.

Tras un primer tramo de pista forestal abierto, en el que notamos como poco a poco nos vamos acercando hasta el agua, el sedero comenzará a estrecharse. El desnivel es continuado, pero no duro. En cuatro kilómetros y medio alcanzamos uno de los puntos más buscados del mismo: las pasarelas de la Cerrada de Elías, donde vamos a discurrir junto al río entre paredes de piedra.

Al salir de las pasarelas llegamos a la tercera zona del sendero, la más espectacular, notamos que las aguas empiezan a embravecerse. Ahí buscamos el punto donde el camino se estrecha, se endurece y nos recompensa con increíbles vistas: la central hidroeléctrica. Ya pocos pasos hacia adelante podremos ver el primer salto de agua.

Unos pocos pero duros metros más al frente podremos ya llegar hasta La Calavera o Los Órganos. El sonido del agua rompiendo contra la roca es una sensación inolvidable. Una vez allí, y ates de volver, la recomendación es entrar en los túneles hasta la Laguna de Aguas Negras. Son también parte de la experiencia de un sendero que cuenta con justa fama entre los que lo han recorrido, que, por demás, suelen volver a hacerlo.