El tsunami de la riada también hunde el barco vikingo de Paiporta
Tras arrasar las lluvias torrenciales las atracciones instaladas en esta localidad, una de las «zonas cero» de la DANA, sus feriantes se quejan de que están «desamparados»
Última hora de las inundaciones por la DANA en España, en directo
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Pablo M. Díez y Fotografías: Álvaro Ybarra Zavala
Paiporta
Con la fuerza de un tsunami, la riada provocada por las lluvias torrenciales de la DANA no solo arrastró coches, árboles, contenedores y todo lo que encontró a su paso, sino que hasta hundió el barco vikingo de Paiporta. El famoso navío oscilante era ... una de las quince atracciones de feria que, desde el fin de semana, amenizaba a este pueblo de 27.000 habitantes que dista unos ocho kilómetros de Valencia capital. Para sus habitantes, era una oportunidad de revivir en otoño las fiestas patronales de agosto y, para los feriantes, una provechosa escala en su ruta por toda España hasta que llegue la Navidad. Pero lo que prometía ser una fiesta se volvió una tragedia aquella noche del martes de la semana pasada, 29 de octubre, que trajo a España la mayor catástrofe natural de las últimas décadas.
«Ese día ya no abrimos porque empezó a llover con fuerza a las cinco o seis de la tarde. Y, cuando comenzó a inundarse el lugar donde estábamos, los feriantes se marcharon a otros lugares más altos», explica por teléfono Alexis García, empleado de la compañía J. Rodríguez. Su empresa gestiona el Extazy, que se anuncia como «la atracción más extrema de España» porque es una especie de martillo volador que alcanza 40 metros de altura y gira a una velocidad de 130 kilómetros.
A pesar de su enorme estructura de hierro, quedó cubierto por la ola que caía por el barranco que atraviesa Paiporta, una de las varias «zonas cero» que ha tenido esta catástrofe. Además de llevarse por delante las caravanas de los feriantes, el agua sumergió al barco vikingo y arrasó otras atracciones menos consistentes como los coches de choque y el tiovivo. La mayoría de feriantes se alojaba en Torrente, adonde huyeron para ponerse a salvo de la lluvia, pero otros se quedaron y tuvieron que ser cobijados en un colegio.
«Cuando volvieron al día siguiente, aquello era un caos»
«Cuando volvieron al día siguiente, aquello era un caos», explica García, asturiano de 28 años que es un enamorado de la feria desde niño y lleva ya diez trabajando para J. Rodríguez. Una espesa capa de fango cubre todavía todas las atracciones, sobre las que se amontonan también todos los árboles, troncos y cañas que trajo la corriente.
«Jamás he visto nada igual»
«Nuestra taquilla se la llevó el agua, así como una cama elástica con gomas. Además, nuestro equipo de sonido ha quedado destrozado. El barco vikingo estaba enterrado en lodo», se lamenta García. A pesar de todo lo que habrá presenciado en su vida nómada en la carretera, afirma que «jamás he visto nada igual». Ahora, tanto él como los demás feriantes intentan salvar sus atracciones: sacarlas del barro, desarmarlas y montarlas en camiones pese al mal estado de las carreteras.
«No sabemos si el mecanismo del Extazy funcionará. Tienen que comprobarlo los técnicos porque se trata de una máquina muy sofisticada de ingeniería y tecnología», detalla Alexis García, quien confía en el seguro, que «ahora tiene que verlo». Quien no ha aparecido por la feria, se queja, ha sido ninguna de las autoridades locales.
«En nombre de los feriantes, necesitamos máquinas, excavadoras y palas porque está todo cubierto con metros y metros de barro. Además, nos hacen falta guantes y mascarillas porque ya ha pasado muchos días y estas aguas son residuales y están contaminadas. Podemos contraer cualquier tipo de enfermedad. ¡Por favor, pedimos ayuda!», hace un llamamiento desesperado.
«En nombre de los feriantes, necesitamos máquinas, excavadoras y palas porque está todo cubierto con metros y metros de barro»
Junto a los feriantes de Asturias, había una docena de colegas de Lucena, quienes también contaron a la edición local de ABC en Córdoba la pesadilla que vivieron, que fue como un tsunami. A tenor de dichos feriantes, los daños de la riada les van a costar el dinero de una o dos temporadas.
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«Estamos intentando limpiar el terreno de barro, con palas que han traído familiares desde Madrid, para poder sacar la atracción y comprobar si funciona», cuenta con resignación García. Al igual que la mayoría de los damnificados por la riada, desesperados por la lenta respuesta de las autoridades ante la catástrofe, solo acierta a resoplar cuando se le pregunta cómo se siente: «¡Uf, estamos desesperados!».
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