Francisco se encierra para la tele con diez jóvenes «piel de Judas»
Jordi Évole dirige un documental en el que pone a cara a cara al Papa con una exmonja lesbiana; una persona no binaria; una proaborto y un musulmán
Enfrenta al Pontífice a inquietudes juveniles como el aborto, el sacerdocio femenino o el uso de Tinder
El Papa culpa a «grupos de la Iglesia corruptos» de los abusos en un colegio del Opus Dei
Madrid
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Iniciar sesiónEn plena efervescencia post eurovisiva del 'chiki-chiki', tras finalizar la audiencia pública en la plaza de San Pedro, una mujer vestida de novia le entregaba a Benedicto XVI un colorido juguete de plástico. Era 'Luciana' la guitarra de Chikilicuatre, aquel remedo de cantante ... con fingido acento porteño que unas semanas antes había representado a España en el festival. Desconocedor del contexto, el Papa la cogió con asombro, se la dio a su asistente, estrechó la mano de la mujer y siguió saludando al resto de novios que los acompañaban.
La imagen hubiera pasado sin pena ni gloria si no hubiera formado parte de una performance organizada por Jordi Évole para promocionar su 'Salvados por la Iglesia'. Fue reproducida hasta la saciedad para publicitar la emisión. Una broma, una anécdota de 2008, que ilustra su estilo de llevar al límite a sus personajes y la capacidad de sacar, de ello, un gran rédito mediático.
Hoy el Papa es otro y el acento porteño ya no es fingido, pero la broma sigue. Ahora Évole no tiene que convencer a unos novios de visita al Vaticano para acercarse al Papa, porque tiene relación directa con él. Lo ha entrevistado en dos ocasiones y mantiene con él un peculiar y constante contacto epistolar. Évole le envía correos electrónicos y Francisco responde por el mismo medio, pero con textos manuscritos que algún asistente escanea y adjunta al 'email'.
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El Papa, en buena forma, preside el Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro
Javier Martínez-Brocal
Una confianza con el Pontífice que le permite, en vez de llevarle a 'Luciana', enfrentarle a un grupo variopinto de jóvenes, a sus dudas y sus inquietudes, que –casualidad o no, juzguen ustedes– coinciden con los temas polémicos que garantizan audiencia. Aborto, ateísmo, sacerdocio femenino, abusos sexuales a menores en la Iglesia, pornografía, identidad sexual, emigración o crisis de fe se acaban poniendo sobre la mesa. El resultado es 'Amén, Francisco responde', la primera producción de no ficción de Disney España, que se estrena este miércoles santo -¿también casualidad?- con el formato de película documental.
La premisa de la que parte es que se trata de una conversación informal en la que el Papa responde a las preguntas de los jóvenes. Según reconocía el pasado lunes en la presentación Màrius Sánchez, codirector junto a Évole, al Papa le informaron de «algunos de los temas que saldrían en la conversación», pero «en ningún caso le pasamos un perfil de los chicos ni de las preguntas». El Papa aceptó el envite y así, a portagayola, se enfrentó al reto. «Me dijeron 'son la piel de Judas, ¡prepárese!'», les dice Francisco, entre risas, cuando entra en la habitación en que le esperan.
Sin embargo, la intencionalidad manifiesta se evidencia en los perfiles de los jóvenes seleccionados, según reconocen, entre más de 200 candidatos, en los que se buscaba que no representaran «el pensamiento hegemónico de la Iglesia sobre esos temas». Y desde luego, quedan muy lejos. Cuando juntas al Papa con un ateo, un emigrante musulmán cuyo hermano llegó a España en patera; un abusado en un colegio del Opus Dei; una joven madre que hace pornografía en internet; una exmonja que ha perdido la fe y ahora es lesbiana y vive con su pareja; una chica que dice ser no binaria, o una joven evangélica, no es que el guion se muestre innecesario, es que el propio 'casting' se convierte en el guion.
Pornografía y masturbación
Por eso, no sorprende que el elenco se complete con el perfil de una chica que se confiesa creyente, miembro del Camino Neocatecumenal, de familia numerosa, que se presenta con sus amigas en el cuidado y reconocible entorno de una universidad privada de Madrid y que reza el rosario junto a sus hermanos –vestidos con el uniforme del colegio privado– y su madre, que dirige la oración con gesto adusto y mirada severa. Es decir, el estereotipo en el que la mayor parte de los no creyentes situarían a una joven católica. Así, se acaba convirtiendo en la némesis que faltaba en el guion, sobre todo cuando la joven parece exasperarse –o por lo menos el montaje así lo sugiere– con los silencios del Papa frente a temas como el aborto, la masturbación o la pornografía.
Porque lejos del 'Francisco responde' del título, la película muestra significativos silencios, a veces rotos sólo por el lenguaje no verbal, como cuando un joven español le refiere que ha sido abusado por su profesor en un colegio del Opus Dei. Se echa en falta esa premisa inicial de ver al Papa dando respuesta a las inquietudes de los 'centennials', la generación que, según las encuestas, es la más apartada de la Iglesia.
Aunque quizás eso no fuera la pretensión última de Évole, quien reconoce que su intención es «dejar claro que no es necesaria la polarización para vivir, que se puede vivir cada uno con su pensamiento pero dialogando, mostrando tu punto de vista y respetando el del otro». Así, frente al líder de la mayor confesión religiosa, con un corpus doctrinal muy marcado, se contraponen opiniones diversas, y a veces contradictorias, de diez jóvenes. Una versión actual de esa «dictadura del relativismo» qué definió el cardenal Ratzinger días antes de ser elegido Papa.
La película nos revela de nuevo al Papa de los gestos. Francisco es sucesor de Benedicto XVI pero no ha heredado de él su fina altura intelectual, que le permitió enfrentar un diálogo de igual a igual con sus coetáneos del mundo del pensamiento y la filosofía, como Habermas. Francisco se desenvuelve mejor con los grandes gestos, con las frases gradilocuentes –como aquel «¿Quién soy yo para juzgar?»–, que cierran el debate sin necesidad de dar argumentos.
El pañuelo verde del aborto que usa Irene Montero
En la película no faltan esos gestos, como cuando una joven argentina que se autodefine como católica, abortista y feminista le entrega un pañuelo verde. «Significa mucho», le dice la joven. En realidad es la simbología empleada por las proaborto argentinas en el descarnado debate que concluyó con la despenalización. Un símbolo que ha adoptado hasta Irene Montero y lo ha llevado al Congreso cada vez que se discutía su reforma del aborto. El Papa acepta el pañuelo sin reproche ni explicación, en un gesto que desdibuja las terribles palabras que antes había tenido contra el aborto y quienes lo procuran, al recordar su doctrina, expresada otras veces, de que recurrir al aborto «es como contratar un sicario».
El documental roza lo ridículo cuando al Papa le preguntan si conoce Tinder –antes ya les había reconocido que no tiene teléfono móvil–, o cuando una joven le intenta explicar, con poca fortuna, que se gana la vida haciendo porno en vivo online y subiendo contenido de ese tipo a varias páginas, y el Papa responde, totalmente desubicado, que lo bueno de la «comunicación es que sea de persona a persona» y sólo acierta a proponer que conviene distinguir entre la «moralidad de un medio y la moralidad de lo que haces a través de ese medio».
Es en esos momentos cuando caen con todo su peso los 86 años del Papa y la distancia generacional alcanza su máxima expresión. La película recuerda a esos programas de 'prime time' que quieren regalar diversión con unos ancianos que tratan de entender, sin éxito, la jerga de los jóvenes.
Évole ha reconocido que aunque a nivel personal «habría agradecido otro mensaje», tampoco podemos «exigirle al Papa cosas que no se le pueden exigir». El resultado tampoco gustará a los católicos, si buscan respuestas claras y directas. Mientras, Francisco parece sentirse cómodo coqueteando con estas «periferias culturales y existenciales». ¿Era necesario? 'Cui prodest'.
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