Eugenio Nasarre: un democristiano 'enragé' que trabajó por mejorar la educación
«Además de un ejemplar funcionario, un extraordinario político y un profundo intelectual, ha sido una magnífica persona», afirma la ministra que lo nombró secretario general de Educación
Muere Eugenio Nasarre, secretario general de Educación durante el Gobierno de Aznar
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Iniciar sesiónComo un mazazo acabo de recibir la noticia de la muerte de Eugenio Nasarre. Conocer a fondo la trayectoria política de Eugenio, desde sus años universitarios hasta hoy mismo, creo que puede ayudar a entender muchas de las cosas que han pasado en España ... durante los últimos sesenta años. Pero en estos momentos, abrumada por la tristeza de su desaparición, sólo puedo ocuparme de los recuerdos de algunos de los muchos momentos que hemos vivido juntos.
Empezando por el homenaje a Gregorio Ordóñez, que, como todos los años, hace tres días le tributamos los del PP en los jardines que llevan su nombre en la calle de Príncipe de Vergara. Allí estuve con él y después fuimos andando juntos hasta la Iglesia de la Concepción, donde, también como todos los años, celebramos una misa en recuerdo de todas las víctimas del terrorismo. En ese trayecto hablamos los dos, mano a mano, de lo que siempre nos ha unido, la pasión política por lograr que España sea cada vez un país más libre y más próspero, algo que, como cualquiera puede observar, está hoy en evidente peligro. Que tres días después de ese paseo y esa conversación tenga que hablar de su desaparición me llena de tristeza.
Los recuerdos de Eugenio llenan mi vida política, y no sólo la política, desde hace muchos años. Los dos éramos compañeros del Cuerpo de Técnicos de Información y Turismo por oposición y, cuando yo era una joven funcionaria en el Ministerio, Eugenio era ya el subsecretario con Íñigo Cavero de ministro. Cuando empecé a tratarle asiduamente fue cuando, en 1991, él entró en el Partido Popular. Precisamente el otro día me recordó que fui yo una de los dos avalistas que lo presentó para hacerse militante. Eugenio era una persona con una formación intelectual extraordinaria, y muy pronto en el PP se incorporó a FAES, el 'think tank' donde se elaboraba el pensamiento político del partido. Allí coincidí con él y nos hicimos muy amigos. Él era un democristiano 'enragé' -rabioso- y yo una liberal, también 'enragée'. Pero eso no era obstáculo para que nos entendiéramos y para que hiciéramos cosas juntos. Además, creo que una de las riquezas del PP de entonces era precisamente esa, la de saber conciliar distintas posturas, siempre que estuvieran unidas por los dos principios inamovibles sobre los que se asentaba nuestra política: la defensa de la libertad y de España, como nación de ciudadanos libres e iguales.
Tenía tanta confianza en su lealtad y en su inteligencia que, cuando me hicieron ministra de Educación, no dudé en nombrarle secretario general de Educación, y en los tres años que estuvimos en el Ministerio trabajamos juntos de manera constante y decidida para mejorar el nivel educativo español. Juntos vivimos el episodio del rechazo en el Congreso del Plan de Humanidades que juntos habíamos elaborado. Y siempre recordaré cómo, al salir de la Cámara, me dijo que en la Asamblea Nacional Francesa no habrían dejado que se votara aquella proposición no de ley que impedía al Gobierno de la nación ejercer una de sus funciones.
Si ya éramos amigos antes de la experiencia ministerial, después nuestra amistad se hizo aún mayor. Y mi confianza en su extraordinaria preparación intelectual y en su larga experiencia política no ha hecho más que crecer hasta hoy mismo. Y no sólo eso, Eugenio, además de un ejemplar funcionario, un extraordinario político y un profundo intelectual, ha sido una magnífica persona y estoy segura de que a él le gustaría que se le recuerde como un buen cristiano, que siempre puso el interés de los demás por delante del suyo.
Hoy, en medio de la tristeza, sólo queda estar junto a Maxi, su mujer, con la que también estuve en la misa de la Concepción, y a sus hijos, que siempre podrán estar muy orgullosos de su padre.
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