Los enemigos del Papa: quién frena el pontificado de Francisco
El pulso de conservadores y liberales para que fracase Jorge Mario Bergoglio
«Lamento si alguno no se dio cuenta de cómo iba a terminar esto», responde el Papa cuando le preguntan sobre las críticas
Diez años de reforma para que el Vaticano deje de ser una corte
«El problema no fue tener dos Papas sino dos grupos de partidarios en la Iglesia»
El Papa Francisco tardó tiempo en darse cuenta de que era un sólido candidato en el cónclave de marzo de 2013. Ahora, repasando lo que ocurrió en aquellas 25 horas entre la Capilla Sixtina y los pasillos de Santa Marta, empieza a atar ... cabos de lo que ocurrió. «Me tomaron examen», asegura.
«Cuando llegué al comedor (el domingo 12 de marzo) algunos obispos del centro de Europa me decían «Venga, eminencia, ¿qué nos cuenta de Latinoamérica?», recordó este viernes durante una entrevista. Asegura que «un cardenal viene corriendo por atrás y me dice: 'Un momentito por favor, ¿es verdad que a usted le sacaron un pulmón?'. Le dije: 'No, me sacaron el lóbulo superior derecho porque tenía quistes'. 'Ah, ¿y esto cuándo fue?'. Y yo le dije: 'En el año 1957'. Y dijo: 'Estas maniobras de último momento…' y se dio vuelta». En aquel momento, Jorge Mario Bergoglio, reconoce, «se avivó». «Ahí me di cuenta que había campaña a favor y campaña en contra».
Esta campaña a favor y en contra fue de alguna forma el prólogo de un pontificado que cumple diez años y en el que curiosamente los opositores al Papa, también dentro del colegio de cardenales, han actuado a rostro descubierto.
El Papa prefiere no hablar de «oposición» sino de «resistencias». «Las resistencias no son un freno, son un empuje para tomar impulso», explicó al inicio del pontificado al periodista de ABC Juan Vicente Boo. «La resistencia es una actitud de autodefensa ante cualquier novedad. Sospecho de decisiones en las cuales no hay ninguna resistencia», reconoció este viernes en una entrevista a Infobae.
Interrogado sobre unas recientes declaraciones del cardenal Julián Herranz a este periódico, el Papa asegura que «a veces hay resistencias de las malas. La buena es que, si yo hago un proyecto, se discuta. La mala es la que se va por atrás buscando la traición. Pero soy ingenuo y no les hago caso».
«Hay dos tipos de resistencia», reconoce también en el libro entrevista «El Pastor», de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti. «La de algunos que simplemente se sienten un poco avasallados frente a un modo de ser que puede desorientarlos, a quienes comprendo perfectamente. Y la de otros que tras experimentar el avasallamiento reaccionan afectados por el «virus» ideológico, a quienes me cuesta comprender porque soy de una anti-ideología visceral. No tolero las ideologías debido a que cierran la mente y a veces llegan al ridículo», explica.
Oposición conservadora
Desde el campo conservador, el opositor más ruidoso es el ex nuncio en EE.UU., Carlo Maria Viganò (82). En agosto de 2018 este arzobispo escribió una carta abierta en la que solicitó la dimisión del Papa por su supuesto fracaso en la lucha contra los abusos. Desde entonces, periódicamente publica misivas incendiarias en las que contesta decisiones del pontificado que supuestamente traicionan la tradición de la Iglesia.
En ámbito conservador, hay un grupo de cardenales que no critica explícitamente al Papa, pero tampoco rechaza que sus palabras o gestos sean utilizados para atacarlo. El biógrafo del Papa, Austen Ivereigh los llama «guardianes de la tradición de la Iglesia». «No son guardianes oficiales, pero han asumido ese papel objetando el liderazgo de Francisco», explica. Es el caso, por ejemplo, de purpurados como Robert Sarah (77), Walter Brandmüller (94) o Raymond L. Burke (74) -que desde hace unos años guarda un respetuoso silencio. A ellos se les unen medios de comunicación católicos especialmente en EE.UU. que dan gran peso a sus declaraciones.
Según Ivereigh, detrás hay un choque cultural entre dos modelos de evangelización. «Estos sectores de EE.UU. conciben la evangelización como resistencia cultural a la modernidad, y consideran que el papel de la Iglesia es influir sobre el Estado, los leyes y la autoridad pública», explica.
«Ven como una amenaza la propuesta de Francisco de evangelizar desde la base, proclamar el amor y la misericordia de Dios, comunicar la realidad de quién es Dios. Pienso que el Papa ha roto con ese primer modelo, que considera que la Iglesia posee toda la verdad doctrinal y su papel es comunicar esa verdad de la forma más clara, valiente y contundente posible», asegura Ivereigh.
Los «desgastadores»
En el capítulo de opositores también hay «desgastadores», como Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI hasta su fallecmiento, que recientemente publicó un libro en el que detallaba las cuestiones del pontificado sobre las que el Papa emérito expresó en privado cierta perplejidad.
En esa categoría está el cardenal Gerhard Ludwig Müller, que en enero publicó en Italia el libro entrevista «En buena fe», en el que critica públicamente, aunque evitando la polémica, algunas decisiones de los pontífices, incluida la renuncia de Benedicto XVI. A quienes ponen en duda la conveniencia de que como ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe revise con tono perplejo las decisiones del Pontífice en ejercicio, Muller responde en el libro que «a estas alturas, a cualquiera que plantee una crítica constructiva se le acusa de hacer oposición, de ser enemigo de Francisco».
Acusa al Papa, por ejemplo, de saltarse las normas, de despedir a colaboradores sin motivos justificados, de expulsar del cardenalato a Angelo Becciu sin darle posibilidad de defensa, de reducir la curia «a una multinacional al servicio de clientes, que son las conferencias episcopales, y no un órgano eclesial» o de hacer la reforma guiado por un prejuicio anti-romano.
También hay «oposición» desde el campo liberal, por parte de los impulsores del «camino sinodal alemán». Éstos protagonizan un pulso casi cismático contra el Papa, al que han presionado en los últimos años para que revise la moral sexual que aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica, permita la bendición de parejas homosexuales estables o reconsidere el celibato sacerdotal.
El tono de las reclamaciones ha oscilado entre las amenazas veladas y el educado intercambio de impresiones. Francisco ha intentado templar gaitas invitando a «reflexionar con calma» y a rechazar la mentalidad «aristocrática» que se aleja de las necesidades de la gente común.
«Es muy notable que en este pontificado las resistencias hayan sido más intensas y explícitas en los momentos de mayor sinodalidad», subraya Ivereigh, en referencia a los sínodos sobre la familia, la Amazonia. En ellos se abordaron cuestiones como la atención pastoral de divorciados que se han vuelto a casar, incluido el acceso a la Eucaristía; y la posible ordenación de hombres casados como sacerdotes, en zonas remotas a las que no pueden llegar los misioneros. «Para algunos el sínodo es una amenaza por su eclesiología», avisa.
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Por su parte, el periodista argentino Sergio Rubín considera que «el Papa no está atribulado ante la cantidad de desafíos y cuestiones que debe atender, aunque no la tiene fácil». Cuando preguntó al Papa por esas resistencias, le hizo la lista de las peticiones que en el pre-cónclave los cardenales lanzaron al Papa que habrían elegido horas después: «Revitalizar el anuncio del Evangelio, disminuir el centralismo vaticano y desterrar la pedofilia». Francisco añade enigmático que también solicitaron «combatir la corrupción económica… Lamento si alguno no se dio cuenta de cómo iba a terminar esto».
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