Así ha sido la primera vuelta al cole masiva de España: «Hay que tener tolerancia a la incertidumbre»
ABC recorre colegios céntricos y rurales de Navarra, la única región en la que vuelven a clase todos los alumnos a la vez
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Iniciar sesiónDetrás de una mascarilla celeste diminuta con su nombre bordado en blanco, Javier, de 3º de Infantil, entró al colegio junto a su madre cogido de la mano y saludó ilusionado a su compañera de clase: ¡Hola Julia!, le espetó nada más verla pasar. La ... pequeña, de su clase en el curso anterior, bajó la vista ruborizada y escondió el rostro detrás de su madre, dejando a la vista solo su pelo dorado intenso recogido en dos cuidados moños. Al segundo, perdió la timidez y se puso a jugar con su amigo . «Estoy en la clase A y mi amigo Javier también», contaba emocionada. Afortunadamente, estos dos pequeños que hoy volvían a clase después de seis meses coincidían en los ya famosos grupos de convivencia estable o «grupos burbuja», llamados así por la ministra de Educación , Isabel Celaá . Se trata de la fórmula recomendada para los niños de Infantil y segundo ciclo de Primaria (1º y 2º) formado por un número reducido de alumnos y un tutor de referencia que evita la interacción con otros grupos, funcionando en el centro como si fueran una especie de hogar familiar. La «burbuja» de Julia y Javier estaba integrada por otros 14 alumnos más (Educación recomendó entre 15 y 20).
Los niños hicieron una fila en el patio mientras las profesores, más animadas que nunca, los saludaban cariñosas, los arengaban y controlaban con varios listados que cada niño estuviera en su «burbuja» correspondiente. «¡Me alegro de verte, cuánto tiempo!», le decía una docente a uno de sus pequeños. «A ellos se los ve contentos, llevaban mucho sin ver a sus amigos», contaba Miriam, una profesora de Primaria del Colegio FEC Vedruna de Pamplona . «Esto va a ir para largo, no se les puede tener encerrados, claro que da miedo, pero nos toca vivir con el virus. Será fundamental que los padres transmitan responsabilidad y una nueva forma de relacionarse», agregaba Patricia, otra maestra del centro pamplonés.
Con el codo
Navarra es la única comunidad de España que abrió ayer las puertas de sus centros a todas las etapas educativas, desde Infantil hasta Bachillerato y FP. El pasado martes 1 empezó Andalucía, pero solo guarderías, al igual que Madrid, que también arrancó ayer pero limitándose a los de 0 a 3 (solo la Comunidad Valenciana adopará la fórmula navarra pero desde el lunes). Los centros de la Comunidad Foral (un total de 316) tenían la opción de hacerlo ayer o el próximo lunes 7. En total, 69 centros eligieron empezar ayer viernes uno de los cursos más raros de la historia, ya sea con clases o con una «bienvenida» con repaso incluido de las medidas anti-Covid . Aunque la obligatoriedad de la mascarilla se estableció a partir de los seis años, los niños de cuatro y cinco del Vedruna las llevaban para la entrada y la salida. « Mi madre me ha puesto tres mascarillas », se quejaba una niña mientras revisaba una bolsita que colgaba de su cuello. «Sea obligatoria o no, el Covid no discrimina por edad», justificaba una docente. Al entrar al aula, siempre en fila, los niños ponían las manos en forma de cuenco para recibir la dosis de gel hidroalcohólico . Al entrar a la clase, se quitaron las mascarillas y cada niño escogió su nuevo sitio mientras miraban en la pizarra un enorme «Bienvenidos» adornado con dibujos de flores.
El ingreso de los de Primaria se hizo, también en fila, pero en un patio interior. Allí, una docente saludaba a uno por uno con el codo y les exigía usar sus brazos como referencia para separarse. «No me molesta la mascarilla y además me queda muy bien», decía una desenvuelta pequeña que explicaba que era para protegerse de un virus «que mata». El comentario de los niños era unánime: querían volver fundamentalmente para ver a sus amigos y profesores. Algo distinto fue el inicio del curso para María Portalas , de 1º de la ESO. «Quería ver a mis amigos y tutores, pero me dio pereza venir hoy, dicen que primero es más difícil», decía la pequeña de 11 años, más preocupada por los contenidos que por el virus. «Han puesto a mi mejor amiga en otra clase», suspiraba resignada.
«Nos jugamos todo»
Este colegio aprovechó todos sus espacios para cumplir con el protocolo de la consejería de Educación de Navarra. Así, usaron el gimnasio para los alumnos de Ciencias de Bachillerato, el laboratorio para los de Letras y la Biblioteca para los de 1º de ESO. Las mellizas María e Irati Ochoa contaban que tenían ganas de volver pero reconocían su incertidumbre por la evolución de la pandemia y su temor a las clases online . «Es mejor si podemos estar aquí, estamos en 2º de Bachillerato, nos toca la Selectividad, nos jugamos todo», decía María. Respecto a la nueva aula, donde se veía el espejo y la barra de ballet junto a mesas separadas y muchas mascarillas, las jóvenes aseguraban estar cómodas. «Es amplio y nos permite mantener las distancias», decía Irate.
La directora del centro, María Pilar Asurmendi , reconocía que en seis años al frente jamás hubiera imaginado que le tocaría gestionar el centro en el contexto de una pandemia. «Trabajamos en equipo todo el verano, teníamos nuestro propio plan de contingencia que adaptamos al de la comunidad; hicimos obras para parcelar, sectorizar, controlar los puntos de acceso porque tenemos 1.200 personas circulando en el centro...Para este momento yo estaría pensando en el curso 21-22, ahora toca reducir el campo de visión y tener tolerancia a la incertidumbre. Confío en que podremos salir adelante, sabemos más que en marzo y la gente está concienciada », concluye.
«No queremos cerrar»
De forma similar opina la directora colegio público «Paderborn-Víctor Pradera» de Pamplona: «Hemos tenido que adaptar espacios y desdoblar grupos. Pero no queremos cerrar, queremos clases presenciales y lo más normalizadas posibles aunque sobre la mesa está el cierre y para ello tenemos preparado un plan digital no presencial». De hecho, dedicarán los primeros 15 días de septiembre al trabajo en competencias digitales.
Las cosas parecen muy distintas (o no, según se mire) en la escuela rural. En la villa de Arróniz, a poco menos de 60 kilómetros de Pamplona, abrió ayer el centro público La Balsa de Infantil y Primaria, que también adaptó las aulas y dividió los accesos para los de Infantil, 1º y 2º de Primaria por un lado, y los de 3º y 6º, por otro. Lo mismo hicieron con el comedor y hasta los baños. Pero al ser tan solo 60 alumnos no hizo falta desdoblar aulas ni contratar más profesores . Así, este centro decidió crear grupos de convivencia estable en todos sus cursos (sexto de Primaria incluido) siendo el grupo más numeroso el de quinto, solo con 17. Es un colegio tan grande que posiblemente podrían caber el doble de alumnos sin faltar a las normas de distanciamiento social. De hecho, no solo tienen el patio. La tranquilidad del pueblo y sus pocos habitantes permite que los alumnos puedan utilizar un parque que tienen enfrente, en el que se los niños usan el columpio y juegan con los pies a tocar la montaña. A su lado, pasea un hombre mayor con mascarilla.
Preocupación por los resultados académicos
«Nos ha ayudado mucho el número de alumnos y los espacios para aumentar la ventilación y evitar aglomeraciones, pero aún así, adaptarnos no ha sido fácil, es muy complicado hablarles a los niños con la mascarilla», señala Noelia Echavarría , directora de La Balsa. En este centro que quiere convertirse en un punto de referencia para aumentar la población de Arróniz preocupan las medidas anti-Covid pero también que los niños saquen buenos resultados: «Es un curso complicado porque hay que pensar en muchas cosas. Hay que pensar en las medidas de higiene pero también en cumplir con los contenidos y los resultados de los niños tienen que ser buenos . Vamos a ver qué funciona y qué no, todo se trata de coger nuevos hábitos», sentencia Elda Monreal, profesora del colegio.
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