CRÍMENES HISTÓRICOS DE SEVILLA
Asesinato en la ermita de Castilleja de la Cuesta en 1913
Tendida bocabajo en un gran charco de sangre apareció Rosario Oliver en la ermita del Cristo de Guía del municipio sevillano
ANA MENCOS
Corría el año 1913 cuando en la localidad sevillana de Castilleja de la Cuesta tenía lugar un crimen execrable. El cuerpo de una chica de 15 años apareció inerte en la Ermita del Cristo de Guía en medio de un charco de sangre. ... Nadie en el pueblo pudo entender a que se debía el brutal asesinato.
En la mañana del 27 de abril d 1913 la tranquilidad de Castilleja de la Cuesta se veía trastocada con la aparición del cadáver de Rosario Oliver en la cocina de la Ermita del Cristo de Guía , donde vivía junto a su padre y sus hermanos. Una vecina, Isidra, se acercó a llevarle el pan a la joven cuando hizo el macabro descubrimiento. Dio la voz de alarma y hasta el lugar de los hechos se acercaron no solo los cuerpos de seguridad si no también un gran número de curiosos que querían saber que había sucedido. Al poco rato llegaron sus familiares, quienes trabajaban en Sevilla capital y no pudieron hacer más que llorar e abrazar a la pobre chica.
Apareció una chaqueta con sangre en la casa de la joven
Las investigaciones comenzaron sin mucho éxito. En principio nadie había visto nada y las primeras pistas resultaron ser falsas . Algunos testigos aseguraron haber visto a dos desconocidos en los alrededores el día del fatal suceso, uno de ellos golpeando un árbol con un cuchillo, poco después de dos hombres pasó a ser uno. También apareció en la casa, días después del exhaustivo registro policial, una chaqueta manchada de sangre que uno de los hermanos de las joven hizo llegar a las autoridades.
Así las cosas llegaron los resultados de la autopsia . Rosario había recibido tres puñaladas, una de ellas con entrada por la espalda y salida en el pecho le atravesó el pulmón y la pleura llegando al corazón causándole la muerte. Además tenía varias costillas rotas y no sufrió agresión sexual.
Delatado por su hija
Las pesquisas continuaba sin mucha novedad hasta que los indicios empezaron a apuntar a Pedro Ortiz de los Reyes, más conocido como Perico el ventero , porque regentaba una venta cercana a la ermita. Fue su propia hija quien levantó la liebre. La niña contó a unos familiares de Rosario que había estado con la joven en la mañana de su asesinato y que al volver a la venta su padre estaba solo, cosa que contradecía la declaración que había realizado el ventero, quien afirmó haber estado toda la mañana acompañado.
A los pocos días, una mendiga conocida en el pueblo se presentó ante el juez para contar un secreto que le había confesado Rosario unos meses atrás. La chica sospechaba que Perico era un mal hombre, incluso sospechaba que había asesinado a un comerciante que paró en la venta. En una ocasión vio a la hijastra del ventero, quien también era su amante, limpiando un charco de sangre en la venta cuando preguntó le dijo que era que habían matado dos pollos. El ventero, que las oyó la amenazó si contaba algo.
El Ventero tenía una relación con su hijastra
Esta historia fue confirmada por otra vecina del pueblo y a los pocos días tanto Perico como su hijastra y amante Josefa Adorna fueron detenidos el 4 de julio de 1913. Tras las detenciones se produjeron nuevos avances en la investigación . Un cochero que pasó por delante de la ermita el mismo día del crimen sobre la hora del suceso declaró haber visto salir de la misma a un hombre cuya descripción correspondía con la del ventero y un cazador furtivo oyó gritos y vio salir a un hombre de la ermita. En varias ruedas de reconocimiento identificó a Perico el Ventero como el hombre al que vio aquella mañana de abril. Además en un registro de la venta apareció bajo un cajón un paño con manchas de sangre que el ventero, aparentemente nervioso, negó que fuera suyo pero Josefa admitió que el trapo le pertenecía.
El juicio dio comienzo el 15 de octubre de 1914. El fiscal llevó a cabo un interrogatorio exhaustivo de los acusados y la defensa expuso la circunstancialidad de las pruebas contra sus clientes. Finalmente la acusación pidió la absolución de Josefa Adorno, por falta de evidencias. Sin embargo, Perico el Ventero fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua y al pago de una indemnización a la familia de 10.000 pesetas el 21 de octubre de 1914.
Asesinato en la ermita de Castilleja de la Cuesta en 1913
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