EMPRESAS
El creador del gazpacho García Millán venderá arroces y cremas con su tercer y cuarto apellido
Dos años después de que Gallina Blanca le comprara el negocio de los salmorejos intentará volver a conquistar los paladares con nuevos productos
SEVILLA
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Iniciar sesiónLuis García Millán (Córdoba, 1974) es el creador de los famosos gazpachos y salmorejos que se comercializan con sus apellidos por los supermercados de toda España. Dos años después de haber vendido el negocio a Gallina Blanca, se ha marcado como objetivo volver ... a conquistar los lineales y, en esta ocasión, lo quiere hacer con arroces congelados y cremas de verduras.
«Es la hora de las abuelas», bromea García Millán. Su nueva empresa se denomina González Lara, pues sus dos primeros apellidos ya están a la vista (y en la mesa) de muchos españoles.
Su nuevo negocio empezará vendiendo arroces congelados a los que solo habrá que añadir agua y calentarlos. El primero que lanzará al mercado será un caldoso marinero. «Ya hemos cerrado acuerdos con distribuidores que venden a la restauración y, a partir de septiembre, empezaremos con el canal de alimentación», explica a ABC el fundador.
Su catálogo de arroces incluirá algunas referencias adaptadas a la hostelería y otras para el cliente final con diferentes variedades. En los dirigidos a la hostería cada cocinero podrá darle su toque personal, mientras que los que se venderán en los restaurantes estarán totalmente acabados.
Los preparados de arroces se diferenciarán con los ya existentes en el mercado porque no habrá que añadir nada más que agua: «sin ayudas culinarias, caldos o fondos, estarán totalmente terminados en diez minutos».
El siguiente paso será introducir cremas embotelladas, un producto más estacional y que únicamente estará enfocado al consumidor final. Llegados a este punto, la pregunta es obligatoria: ¿qué diferenciará a sus cremas de las de sus muchos competidores? «Igual que ya había muchos gazpachos en el mercado, pero no estaban elaborados de una manera calcada a cómo se hacen en casa, queremos reproducir ese modelo», defiende García Millán.
Para esta nueva aventura empresarial se ha rodeado del equipo directivo con el que hizo crecer el negocio del gazpacho y con el que ahora prenderá los fogones en una fábrica en Jerez de la Frontera (Cádiz). El proyecto pisará el acelerador con capital propio y con el objetivo de aterrizar en el canal alimentación con una distribución masiva.
La venta de los gazpachos a Gallina Blanca
Le acompaña la experiencia de haberse hecho un hueco entre los principales operadores de sopas frías en España y haber vendido su firma anterior a un gigante de la alimentación. A finales de 2021, Gallina Blanca compró el 100% de su compañía, de la que ya había adquirido una parte significativa unos años antes. En aquel momento, vendía más de 14 millones de unidades de gazpachos y salmorejos.
La cifra de la venta no ha trascendido porque, tal y como afirma el refranero popular, el pepino, al gazpacho, y el negocio, al despacho. Sin embargo, aquel año tuvo una facturación de 17 millones de euros y un resultado de explotación de casi cinco millones de euros, según los datos consultados en el Registro Mercantil.
Por aquel entonces, el negocio del gazpacho envasado llevaba varias décadas desarrollándose. De hecho, empezó a popularizarse ya en los noventa y sus referencias habían logrado introducirse en la mayoría de los supermercados españoles.
A pesar de ello, García Millán lanzó su producto en 2010 para ir al calor de un sector que estaba en crecimiento. Ya se sabe, el refranero popular pocas veces se equivoca, había espacio para todos porque del gazpacho no hay empacho. «Detecté que en el mercado no existía un producto lo suficientemente bueno para sustituir al que se hace en casa», afirma García Millán. Y resume así su objetivo: «que doña Úrsula dejara de prepararlo y su hijo ni lo notara».
La principal diferencia frente a sus competidores fue que «no estaba tratado térmicamente» para que no se deterioraran sus propiedades organolépticas. El mayor obstáculo para su comercialización era su corta vida, solo doce días desde que se prepara.
García Millán perseguía por todos los medios que la receta fuese lo más similar posible a la preparada en casa y apostó por «darle alma al producto». En un primer momento, empezó a comercializarse en el Club Gourmet del Corte Inglés. Poco más tarde, se introdujo en las principales cadenas de supermercados.
Con su rostro estampado en cada botella, lanzó el gazpacho y también el salmorejo en unos envases firmados por el propio Luis García Millán y en los que incluía la receta familiar que empleaba en la elaboración.
Aunque el gazpacho hoy día sigue siendo el más vendido, esta firma sevillana ayudó al salmorejo a viajar desde Andalucía al resto del país. Actualmente, un 54% de los consumidores eligen como preferencia de compra al gazpacho, frente al 12% que prefiere adquirir el salmorejo y el 32% restante que consume ambos, según un estudio de la patronal Gazpachos de España. El consumo de estos productos envasados a nivel nacional ha alcanzado los 100 millones de litros anuales, con un valor de más de 200 millones de euros.
«Está experimentando un importante crecimiento, tanto a nivel nacional como internacional», explica a ABC el secretario general de Zumos y Gazpachos de España, Javier Valle. De hecho, países como Francia, Reino Unido, Bélgica o Alemania ya se han convertido en importantes destinos de las exportaciones.
Todo empezó con las salsas de un restaurante
De comprar unas salsas a un restaurante de Salteras a vender la empresa a un gigante de la alimentación, así podría resumirse la historia de García Millán, el cordobés que antes de prestar su rostro a los gazpachos había sido director comercial de una firma de pescados ahumados y había distribuido productos químicos de la multinacional alemana Henkel Ibérica en las cadenas de supermercados.
Los gazpachos y salmorejos que llevan sus apellidos siempre han pertenecido a Salsas de Salteras, una firma con un inicio singular. La fundó el dueño de un restaurante de este municipio sevillano, al que su clientela le reclamaba poder comprar los mojos rojo y el verde con los que solía acompañar sus carnes a la brasa.
«Vi la posibilidad de darle un impulso a su proyecto, la adquirí y empecé a comercializar las salsas», afirma. Amplió su gama de condimentos con opciones al whisky o criolla y, más tarde, decidió probar suerte con las tradicionales sopas frías andaluzas.
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