El flamenco, Patrimonio de la Humanidad sin gestión, en la celebración de su día internacional

El cantaor Arcángel , quien lo vivió junto a los últimos consejos de su maestro Enrique Morente, lo recuerda con los ojos borrachos de esperanza: «Yo fui uno de los que estuvo en el Parlamento. Todos pensamos que estábamos ante algo grande. Fue una inyección de moral y de aliento. Quizá nos ilusionamos en demasía con lo que eso iba a suponer» .

La bailaora María Pagés , que ha elevado su expresión en los escenarios más difíciles, se lanza directa a uno de los conflictos, o a la paradoja elemental, de donde se partía: «Que reconozcan aquello a lo que dedicas tu vida es siempre positivo. Sin embargo, de alguna forma, si atendemos a la historia, vemos que cuando llega este reconocimiento estaba muy superado por el propio arte y por la sociedad. Cien años antes, el flamenco tenía presencia en los grandes teatros de todo el planeta. Antes incluso que Sabicas, Carmen Amaya o el gran Paco de Lucía, en los años 20, había figuras de la danza flamenca abriendo las programaciones más destacadas fuera de España». Es a la hora de hablar de territorios y naciones cuando aparece el gran reto que en realidad llevamos décadas soslayando. «Me di cuenta muy rápido. Después de la alegría inmediata que experimenté, me hice una pregunta. El flamenco es patrimonio internacional, pero... ¿y patrimonio nacional?

Quien ha hecho del fandango una bandera cuya sombra, solo a veces, deja en un cerco umbrío el resto de su repertorio, oculto para quien no se ha adentrado más allá de la cáscara, apunta lo que queda por hacer: «Mucho». Y especifica: «Para mí algo fundamental que todavía no se ha conseguido es la entrada de forma decisiva en la enseñanza . Los más pequeños deben conocer su propia cultura. No es un tema baladí. Y no se trata de que distingan una soleá de otra. Eso va después. Se trata de que entiendan con amplitud de miras de dónde surge esta música y lo que significa. Por qué se canta, se toca y se baila de una forma determinada». El Día del Flamenco se celebra cada año el 16 de noviembre con notoriedad en las escuelas, pero una fecha en el almanaque parece un trazo perdido en la holgura de un mosaico.

La ausencia de un espacio televisivo para su difusión también resulta llamativa. En el 2011, se emitió «El sol, la sal, el son», en Canal Sur, un programa que presentó el periodista Jesús Quintero. Desde entonces, no ha vuelto a la parrilla una apuesta de estas características en horario de «prime time». ¿Y qué hay de su protagonismo en las programaciones? «Sí creo que se ha incrementado la aceptación social del flamenco en los últimos años. Está, como merece, en un buen lugar, aunque en la situación actual se han de aumentar las ayudas, porque la iniciativa privada sola no puede afrontar la producción de ciertos espectáculos. Hay que hacer un esfuerzo», reclama Arcángel.

Entremos ya en incomodidades: patrimonio internacional, sí. ¿Y nacional? Es María Pagés quien responde: «Hay que entender lo que significa eso de patrimonio. Reconocimiento, en primera instancia, y protección. El problema que tenemos a nivel nacional es la falta de un plan global. Se hacen cosas, claro, pero no hay una estrategia. Yo abogo por la creación de un pacto de Estado por la cultura. España debe tener muy claro qué cultura quiere fomentar y proyectar y, dentro de esa cultura, saber qué lugar ocupa el flamenco . No existe nada parecido. El reconocimiento oficial es una llave, pero hay que saber utilizarla. Ese plan, además, no puede depender de los gobiernos que se sucedan, debe ser algo en común, como la educación. Algo en lo que todos estemos de acuerdo para navegar en una misma dirección. Sin esa planificación, no hacemos nada».

Enunciada la maraña, la única incógnita a resolver se halla en el papel que ocupa lo jondo, en su combinación definitoria de tradición y vanguardia en la que se mueve, dentro de este marco. La bailaora sevillana no lo duda: «En el extranjero, la marca España, ya no solo Andalucía, se asocia directamente con el flamenco . Es una carta de presentación de nuestro país ante el mundo. Por eso debe tener todos los recursos necesarios para su buen estado. Y que estos, cómo no, estén bien gestionados. Nada de esto ocurre», denuncia sin abatimiento, con el afán de mejora clavado con una puntilla en la frente.

El guitarrista Vicente Amigo , que también ha viajado con la música en sus manos alrededor del globo, tiene una perspectiva algo diferente: «La declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad me pareció justa y de agradecer, pero pensar que aquello iba a solucionarnos la vida es un error. Yo creo que se hace poco. Se hacía poco antes, se ha hecho poco en estos diez años y se sigue haciendo poco. Aún así, en comparación con otros géneros, gozamos de consideración por parte de las instituciones. Cuando las cosas se hacen con el afán de hacerlas bien, la imagen se mejora sola. Y yo he seguido haciendo mi trabajo lo mejor que he podido».

Deja caer el peso, por tanto, en las conquistas de los propios artistas como único motor que asegura el movimiento. Independiente, carente de deudas, casi sin ayudas. Además, «la diferencia atrae. El ritmo es quizá lo más característico de lo que hacemos, lo que más sorprende fuera . También tiene una fuerza emotiva importante. Eso lo valora todo el mundo y nos posiciona», afirma.

Al azote de la crisis provocada por la Covid-19, para velar por los intereses de un tejido absolutamente resquebrajado, nació la asociación Unión Flamenca . La semana pasada, emitió un comunicado en el que exponía su malestar por los presupuestos de 2021 de la Consejería de Cultura . Critica «que solo el 11,21% se destine a la financiación de espectáculos y que no exista una partida específica que determine lo que se va a destinar al flamenco».

Durante la jornada de hoy, se sucederán actividades en centros y en la calle. La fiesta, no obstante, llega silenciada por el cerrojo de la tarde y la convulsión que le rodea. La desolación de la quimera que soñó y no ha sido. Al charlar con unos y otros, las palabras convergen en un saco donde se agitan todas juntas, entrechocándose, con una mezcla de rabia y orgullo: el flamenco es un tesoro que a falta de buena fortuna se defiende solo. Vuela con las alas que se construyó a sí mismo y se proclama el confín inmaterial con el que mirar al mundo que nos mira. El arte nuestro que es de todos.