Un espléndido 'Lago' con final feliz

Pero al margen del toque da atención necesario, volvamos al ballet blanco. En esta ocasión el título elegido es uno de los más populares, ‘El Lago de los cisnes’ , que junto a ‘Cascanueces’ y ‘La Bella Durmiente’ conforman la trilogía de grandes ballets compuestos por Piotr Ilich Chaikovski y que son hoy ya historia de la Danza.

Si alguien quiso ir al Maestranza para ver la trágica muerte del cisne, en esta ocasión no ha sido así. El coreógrafo y director del Aalto Ballett Essen, Ben Van Cauwenbergh , ha debido de pensar: en tiempos de pandemia, nada de disgustos. Y ha creado un ‘Lago’ con final feliz, donde el príncipe y su cisne Odette al final ‘comen perdices’ porque todo lo malo ha sido un sueño.

La propuesta del coreógrafo respeta los cuatro actos originales del ballet agrupándolos en dos espacios con un intermedio de veinte minutos. En los dos espacios durante los cambios de escenario, a telón bajado, se proyecta un poético vídeo sobre la obra.

En el primer acto Van Cauwenbergh se permite más licencias coreográficas, con un ambiente que recuerda a la corte de Baviera de Luis II mas que los campesinos originarios, incluso en el diseño del vestuario. La coreografía es más libre, sencilla, con lucimiento del cuerpo de baile, buscando en ocasiones la geometría de los momentos corales. Huye de las grandes cortes y simplemente saca al personaje de la Reina, con una magnífica estampa de Yulia Tsoi que ejecuta como nadie la mímica del ballet clásico.

Más respetuoso es luego con la coreografía original de Lev Ivanov y Marius Petipá en cuanto los cisnes salen a escena. Los famosos arabesques de en este caso los 18 cisnes que aparecen son parte de lo que han dado fama a esta obra, así como el dificilísimo paso a cuatro, que tuvo su anécdota incluida con la pérdida por instantes del compás por una de las intérpretes que recuperó en seguida, algo poco habitual.

Mención especial para el acto tercero, la famosa fiesta donde el príncipe debe elegir esposa, y donde se suceden los famosos pasos a dos de distintas culturas y folklores, entre ellos el español. Muy brillantes las coreografías de este acto y bien interpretadas en técnicas y expresión por los diferentes bailarines.

Mika Yoneyama y Artem Sorochan conforman una pareja llena de fuerza y expresividad, con gran eficacia técnica, como debe ser en una compañía donde ‘El lago de los cisnes’ está en su adn, es decir, es habitual en su repertorio anual. Ella con un equilibrio y puntas espectaculares, él con gran apertura y facilidad de giro.

Mención también para la interpretación brillante de Wataru Shimizu como Benno, el amigo del príncipe, y de Moisés León Noriega, un rotundo y magnífico Rothbart. Una compañía sólida para un espectáculo espléndido que contó además con la magnífica presencia de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla bajo la dirección del maestro, Wolfram-Maria Märtig , muy atento siempre a lo que se desarrollaba en escena. Un ‘Lago’ con final feliz, y con calidad para abrir el año.