Flamenco SinCejilla
Cristina Hoyos: «El año 2021 lo damos por perdido»
Tras 10 meses cerrados, el Museo del Baile Flamenco que lleva su nombre es uno de tantos tablaos en una situación crítica
Luis Ybarra
El coste de la luz, la recepción, el cuerpo de artistas, el personal de limpieza, las nuevas pantallas de leed, el ascensor, los créditos y los nuevos créditos para pagar los viejos créditos dejan al Museo del Baile Flamenco Cristina Hoyos en una complicada situación. ... Tina Panadero, gerente del espacio , se vio obligada a cerrar en marzo y aún no ha podido retomar su actividad, casi diez meses después. Como tantos otros tablaos del país, que en su mayoría siguen cerrados, no han recibido ingresos desde entonces. Ante la falta de turistas y la reducción de sus pequeños aforos, poco pueden hacer por el momento más que solicitar ayudas económicas a los entes públicos y flexibilidad burocrática. También la reducción en el IVA de las entradas, la ampliación de los ertes y la bonificación del 50% de la cuota de la Seguridad Social.
Panadero, quien es hija de la bailaora Cristina Hoyos, ha solicitado doce subvenciones. «Y de ellas solo hemos recibido una , lo que no nos da ni para empezar. Es imposible que abramos así, sin público. Nuestro caso es especialmente dramático por lo que debemos». A lo que su madre, quien da nombre al museo, añade: «Estamos en una situación crítica y el 2021 lo damos por perdido . Entre que la población se vacuna, la gente pierde el miedo y se recupera el flujo de turistas en la ciudad, que en verano no espera recibir nunca a muchos, se ha ido el año y seguimos sin generar. Muchos de nuestros artistas no tienen para comer y les estamos facilitando desde abril alimentos».
El Ministerio de Cultura ha concedido 232.000 euros en ayudas a los tablaos. Sin embargo, de los casi 100 que hay en España, tan solo seis han recibido alguna dotación monetaria . Según comenta Tina Panadero, que está en contacto con sus colegas de profesión a través de la Asociación Nacional de Tablaos Flamencos de España y del sello sevillano Authentic Flamenco Quality Establishments, tampoco cree que la Junta de Andalucía vaya a colaborar más con ellos. «Nos están condenando a cerrar definitivamente, lo que va a deteriorar al arte en sí. En otras ciudades, como Madrid, se han declarado a los tablaos como Bien de Interés General para la ciudad. Eso es una palmadita en la espalda, pero aquí ni eso».
Cristina Hoyos confía en que la encrucijada ha de ser un punto de inflexión para atraer al público nacional, para lo cual ya se han puesto en contacto con el ayuntamiento. «Lo que ofrecemos es de mucha calidad y debemos fomentar que vengan», anuncia. «Desde los años 60 he estado bailando por todo el mundo. Por Europa y en EE.UU ya habían pasado otros flamencos antes que yo, pero le he abierto muchas puertas a nuestra cultura: por Latinoamérica, en la Guayana francesa, por ejemplo. También en la Ópera de París, el teatro de la Ópera de Estocolmo, la Ópera de Helsinki, la Ópera de Hanoi y en la Ópera de Ho Chi Mihn fuimos los primeros. Basta un movimiento de manos para que por el mundo nos reconozcan. Y parece que nada viene de vuelta, con lo que hemos luchado . Estamos solos».
El Museo del Baile Flamenco es uno de los cientos de entidades que se proclaman ya incapaces de afrontar más gastos sin recibir ingresos. El modelo industrial anterior parece inviable en las condiciones actuales y ninguno ve todavía la forma de cambiarlo. Al cierre definitivo de Casa Patas, el Café de Chinitas y Villa Rosa podría sucederle en 2021 la desaparición masiva de otros espacios emblemáticos para este arte.
Artistas sin oportunidades, el caso de Edu Hidalgo
Edu Hidalgo es ingeniero de telecomunicaciones, profesor en la ETSI y cantaor de flamenco . El extremeño, que publicó su primer álbum, «Lo que siento y lo que soy», en 2019, había incrementado sus actuaciones en peñas y festivales cuando la pandemia arruinó sus planes.
«De pronto se me cerraron las puertas. Estaba en un momento de crecimiento artístico, teniendo buenos resultados en los concursos, pero me paré en seco. Estaba fijo en los tablaos de la Casa de la Guitarra y en el teatro de Triana de Cristina Heeren, pero no he vuelto a actuar en ninguno, porque siguen cerrados. Se me han caído casi todos los proyectos, porque la iniciativa privada no puede soportar los costes con las medidas actuales. Tengo la suerte de tener otro empleo , en la universidad, pero mis compañeros están desesperados. Sobreviven en el campo, la construcción o dando clases. Los artistas que actuábamos en pequeños espacios somos los peor parados. Nadie nos ayuda, la mayoría no tiene ahorros y estamos reinventándonos para comer. El modelo ha fracasado. Lo hemos aprendido: no se puede depender del turismo para manifestar la cultura . Espero que al menos nos sirva para cambiar. Hemos trabajado mucho nuestra imagen de cara al extranjero, pero no ante el público nacional. y lo estamos pagando».
«La alta torre», de José Valencia: hondo Bécquer
Ha bramado a los muertos, que solos se quedan, acogido golondrinas en el alféizar de su boca y reído en el enebro. José Valencia trajo al término de diciembre el testimonio cantaor más elevado del año, siempre en mi opinión, con su tercer trabajo discográfico. «La alta torre», hermandad y confesión honda de un Bécquer que es a la vez romántico, moderno y flamenco en la estructura que diseñó a su medida, lo consolida tras su proyecto «Bashavel», donde se adentró en la poesía caló, como un artista clásico en continua búsqueda. Uno de los pocos cantaores de su generación que desde una concepción tradicional de este arte avanza con inconformismo, trazando un camino propio que al fin hace parada en el estudio. Valencia es de los que desde la raíz ansía su música. Su obra. Producción frente a reproducción.
El periodista Francisco Robles trajo una idea: versos que suenan a palos, evocaciones que son necesidades de expresión. Y el de Lebrija, que ha logrado una dicción perfecta, jamás diluida en el ritmo o a la queja, y una hermosa media voz algo desconocida en él, colocó al poeta dentro de su estética, rebosante de facultades. Se valió entonces de la guitarra de Juan Requena y la armónica de Diego Villegas para armar su afluencia de estilos: malagueña del Mellizo, fandangos, tangos, bulerías, granaína, abandolaos, romances, cantiñas, seguirillas que parten del Marrurro y concluyen en el éxtasis de Junquera, tarantas... Un recital que atronando en el torrente supone, a la estela de lo que ya hicieron Enrique Morente o Calixto Sánchez, la primera gran incursión del flamenco en la luminosa oscuridad becqueriana, tan viva.
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