Chico Pérez: «Vine a Sevilla para buscar tranquilidad, pero no la encuentro»

Con 'Gruserías' mostró sus credenciales. En 'Continente 27', acompañado por artistas como Arcángel y La Tremendita, dio un paso adelante en popularidad, así como capacidad compositiva. Hoy es una realidad reciente que se consolida en un panorama en el que tecla a tecla van desdibujándose las incertidumbres: «Dorantes y Chano Domínguez son como Messi y Cristiano Ronaldo. También Diego Amador es un músico muy importante. Ellos tuvieron que buscar referencias fuera del flamenco cuando empezaron, pero yo los he mirado directamente a ellos, sobre todo a Dorantes. Hay un camino hecho y otro por hacer, en el que yo me encuentro con este 'Sueño de 1922'».

Hasta el Concurso de Cante Jondo de Granada que se celebró hace 101 años, organizado por Manuel de Falla, se ha remontado para dar con este racimo de piezas que todavía muestra únicamente en vivo: «Tuve un proceso de documentación. Me empapé de crónicas, anécdotas, la música de Falla y Lorca, Granada... Después, en tres meses, con múltiples agobios por sacar adelante el proyecto, compuse esta obra que no trata de ser fiel a lo que ocurrió, sino que se inspira en ello. Supongo que si me llaman es porque quieren algo con mi sello, y eso entendí que debía hacer. No seguir un discurso historicista, sino adentrarme con conocimiento en ese sueño».

Superdotado, fresco y sin alarde técnico, dice disfrutar más del proceso creativo que de la interpretación en directo: «Compongo pensando en el resto. Aquí van unas voces, aquí entra una letra, aquí no, aquí la batería... Y ese momento en el que se están construyendo las ideas es mi verdadero lugar de recreo. También me gusta defender mis composiciones. Lo de interpretar, sin embargo, me recuerda a mi formación clásica».

La grabadora se apaga. Su voz, no: «Andalucía tira mucho a los andaluces, eh. Fui feliz en Madrid, por donde hay que pasar por todo lo que sucede allí. Sevilla es una locura, sobre todo ahora en primavera. Vine para buscar tranquilidad, pero no la encuentro».

De las incorporaciones instrumentistas que ha asumido el flamenco a lo largo de su historia esta es una de las que goza de mayor popularidad. El piano caló en los lares jondos con cautela, pero vino para quedarse. Los primeros referentes seguían los surcos marcados por la guitarra y el cante, aportando a dichos esquemas una sonoridad diferente. Entre estos antecedentes destacan Pepe Romero, el artífice, Arturo Pavón y Felipe Campuzano, más vinculado a lo clásico. Todos ellos son versos sueltos en las discografías de los artistas del siglo XX. Desde los 90 en adelante, sin embargo, se ha armado toda una escena.

Lo más notable de este nuevo panorama es que ya no se imita un sonido, sino que tiene entidad propia. Un sello, además, que aborda diferentes líneas expresivas que se encuentran con músicas como la clásica, el jazz o la balada para ensanchar sus cotas.

De este modo, el piano de David Dorantes convive hoy con el de Chano Domínguez. Ellos son dos maestros, pero Diego Amador, hermano de Rafael y Raimundo, se suma a esta disciplina junto a los nombres de jóvenes y veteranos como el propio Chico Pérez, Pedro Ricardo Miño, Manolo Carrasco, Andrés Barrios, Alfonso Aroca y Carlos Torijano, entre otros. Hay distintas escuelas, desde las más clásicas a las heterodoxas, orbitando al compás de las teclas. En conclusión, toda una música nueva.

Si la copia valiera algo en el arte, este sería un trabajo excelente. En su primer álbum Gregorio Moya rinde tributo a Enrique Morente. Lo sigue de cerca. Las guitarras, de Pepe Habichuela, Alejandro Torres, Montoyita y Niño Seve, transitan por las mismas falsetas que las piezas originales. La voz, por su parte, busca al de Granada en cada giro con suma fidelidad. Tiene, además, cierto carácter completista, así que no revisita al genial creador desde un prisma 'gafapastoide' 'modernóculo', sino que acude a los cimientos para mostrar a partir de ellos una progresión artística.

De este modo, 'Omega' es el culmen, pero antes rememora álbumes fundamentales como el 'Homenaje flamenco a Miguel Hernández', del que toma el texto 'El niño yuntero' hecho malagueña; el 'Homenaje a D. Antonio Chacón', con la granaína 'La que vive en la carrera' y la petenera 'Mis males'; 'Se hace camino al andar', en el que se aborda la poesía de Machado a través de la seguirilla 'Voces le doy al viento'; el taranto 'Compañero' de 'Despegando', la popular 'Estrella' y la apoteósica soleá de José Illanda que versionó de Pepe Marchena 'Tú vienes vendiendo flores'; 'Sacromonte', con el fandango 'Decadencia'; 'La leyenda del tiempo', de 'Lorca'; unas alegrías de 'Negra, si tu supieras'; y la caña de 'Esencias flamencas'. Así ofrece una visión rica de una figura que se termina de perfilar con 'Aleluya', 'El pequeño vals vienés' y 'La aurora de Nueva York', en los que la producción resulta más ambiciosa.

El bajo ronco y quebradizo de Gregorio Moya expresa, pero sobre todo emula. Lo hace hasta en la forma de modular de Morente. Se parte en los agudos y calca las escalas. Queda, por tanto, como una fuente fidedigna de algo que ya se ha hecho.