novedad editorial
Braulio Ortiz Poole: «La danza tiene algo de rebelión, pero también de celebración de lo sagrado y de la vida»
El escritor sevillano ha publicado recientemente su nuevo poemario, 'Hombres que dicen aleluya' (Maclein y Parker)
Braulio Ortiz Poole: «Quien diga que en España se hace mala poesía no tiene ni idea»
Sevilla
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Iniciar sesiónEl escritor y periodista Braulio Ortiz (Sevilla, 1974) acaba de publicar su poemario 'Hombres que dicen Aleluya' (Maclein y Parker). En esta obra tan personal hace un homenaje a la fascinación que siempre le ha producido el mundo de la danza, ... todo ello a través de la mirada de tres personajes que son bailarines: Gennaro, Mateo y Théo
—En este poemario le ha dado una vuelta de tuerca a sus obras anteriores, sobre todo por el punto de visto desde el que está escrito.
—Mis tres primeros poemarios se basaban en experiencias propias y partían del testimonio personal. Llegó un momento en el que se agotó ese filón porque las experiencias se agotan. Por otro lado, afloró un poco de pudor. Me gusta mucho la poesía que sale de las insatisfacciones propias, ese caldo de cultivo que está dentro de uno. Los poetas que más me han emocionado son los que han sido más brutalmente honestos consigo mismos. Quería hablar de los otros y ese cambio se produjo con 'Gente que busca su bandera' (Maclein y Parker). A través de una serie de personajes que habían roto unas normas hablaba de los que no encajaban en ningún sitio. Al final me di cuenta de que hablando de esos personajes lo hacía también de mí. Eso me gustó y he querido ahondar en los otros. Ahora mismo es muy importante saber que tienes a alguien al lado, porque en este tiempo de individualismos en el que todos estamos muy centrados en las redes, los anuncios, etc., necesitas tejer unas nuevas comunidades y que sepan que no estamos solos y que no somos el centro del mundo.
—Es bueno siempre romper esos individualismos, ¿no es así?
—Claro. Me gustaba mucho la metáfora de la compañía de danza. Me atraía la idea de los bailarines que van con todos sus problemas a redimirse los unos a los otros en esta unión o baile. También quería dar las gracias como espectador y periodista cultural. He podido ver como periodista muchos espectáculos de danza que me han hecho muy feliz. Quería hablar de esa alegría que nos proporcionan el teatro, el cine, la danza, la literatura, etc. Encontré en el cine y en el teatro la forma de saber que no estaba solo. Allí había gente que no encajaba como yo y que buscaba su lugar en el mundo. Deseaba por eso hablar de toda la salvación que nos dan esas experiencias.
—¿Por qué la danza ha fascinado al ser humano desde hace miles de años?
—Creo que la danza tiene algo muy paradójico: es el ejercicio más físico del mundo y sin embargo te invoca una parte muy íntima y recóndita de nosotros. Hay algo sagrado en la danza. Bailamos para honrar a nuestros muertos y para recordar que estamos vivos, para invocar a los dioses. Los indios bailaban a sus dioses para rebelarse contra los colonizadores. Los gays de Stonewall bailaban para rebelarse contra lo establecido. La danza ha tenido algo de rebelión, pero también de celebración de lo sagrado y de la vida.
—Siempre hay algo entonces algo de ritual o de ceremonia en la danza.
—Hay una cita en el libro de Ethan Hawke. Una mañana, su padre, en vez de llevarlo a misa, lo llevó a ver 'Dos hombres y un destino'. A partir de esa experiencia dijo que encontró en el cine su religión. Eso nos ha pasado a muchos que no tenemos muy claro si creemos o no, por eso hemos buscado una cierta espiritualidad en el teatro, en la danza y el cine. Hemos buscado una especie de liturgia en otros templos. En el libro reflexiono también sobre qué hemos hecho con la cultura, porque muchos de esos templos que antes eran cines o teatros los hemos transformados en supermercados.
—En el libro aparecen Gennaro, Mateo y Théo, tres bailarines que van contando sus experiencias vitales.
—Sí, quería que no fuera sólo un poemario, sino un recorrido por sentimientos humanos. La poesía al final es un vehículo para expresarnos, como la danza. Quería hablar de este personaje que se siente mayor, este bailarín que empieza a preguntarse por su cuerpo (Gennaro). Luego está Mateo, que es un iluso que quiere volar o huír de las raíces. Un soñador al final es un traidor y este personaje abandona a su madre. Luego está Théo, que es tartamudo y que encuentra su propio alfabeto en el baile. Halla una comunidad en esa compañía de danza que lo acoge. De Théo se burlan porque es tartamudo. Al final no me di cuenta de que estaba escribiendo sobre el bullying. No quería sin embargo ahondar en la condición de víctima, por eso deseaba que él buscara un refugio en los otros. En el poemario se dice que no hay una palabra más hermosa que hermano. Bailar a plenitud es ir acompasado con los otros. En general busco finales felices a mis personajes porque creo que todos merecemos esperanza. Escribir para mí es tan sanador que en todos mis poemarios parto de cierta amargura para viajar luego hacia la luz. En este caso hay una celebración de la belleza. En el libro hay también hay un espectador que se da cuenta de que hay una belleza por la que merece la pena el mundo.
—¿Qué espectáculos de danza le han fascinado más?
—A mí hay muchos artistas locales que me han hecho feliz. Me encantaba ver a Isabel Bayón sonreír mientras bailaba porque me parecía que deseaba hacer felices a los espectadores. También está Guillermo Weickert, que era compañero mío del colegio y con el que ensayé una obra de teatro juntos. Igualmente me ha hecho muy feliz la bailarina Isabel Vázquez, que me acompañço en la presentación del poemario. En el Teatro Central vi un espectáculo de Batsheva Dance Company en el que se caía una vaca de atrezzo del techo y eso me produjo también mucha felicidad. Luego está Les Ballets C. De La B, que tenía una obra que se llamaba 'Import export'. Se ambientaba en un puerto con contenedores de mercancías. Allí había un grupo de música barroca que tocaba al mismo tiempo que los bailarines. Estos músicos interrumpían su interpretación para ponerse a bailar con ellos. Ese cruce de disciplinas me maravilló en su momento.
—También bailó usted de pequeño en los Seises.
—Sí, pero me equivocaba mucho. Creo que la persona que ensayaba con nosotros estaría desesperada conmigo porque yo tenía la cabeza en las nubes y me equivocaba más de la cuenta. Allí surgió mi amor por la danza y mi percepción de que era algo que invocaba a lo sagrado, quizás por estar bailando en la Catedral.
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