De la misa la media
En Sevilla Este se armó el belén
El domingo es la misa de los niños y a ellos se consagra la liturgia: ocho hacen la oración de los fieles y otro grupito sube a rezar el padrenuestro con las manos unidas alrededor del oficiante
Sevilla
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Iniciar sesiónMisa dominical en la parroquia de la Ascensión (Polígono Aeropuerto)
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Fecha: 12 de noviembre
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Hora: mediodía
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Preside: Manuel García Valero
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Asistencia: lleno, con sillas en el patio, unas 300 personas
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Exorno: ninguno
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Música: coro parroquial
Antes de la comunión, el párroco recuerda que quienes no han hecho la primera comunión no deben acercarse a comulgar porque, de otro modo, ya no podrán hacerla en mayo cuando les toque. En puridad, ya no se trataría de la primera comunión sino la ' ... segunda' y no es lo mismo. Tal vez ese recordatorio inocente dé el tono de esta misa celebrada el día de la Iglesia diocesana en la última parroquia del término municipal de Sevilla capital.
En efecto, la asamblea de fieles es predominantemente femenina (¿dónde estarían los padres?) acompañando a los niños que están recibiendo catequesis. Son muchos. Y se hacen notar: durante toda la ceremonia hay un murmullo tan perceptible como la radiación cósmica de fondo. También contribuye que los altavoces parecen ser insuficientes para llegar con nitidez a todos los presentes.
De hecho, el coro parroquial suena como ahogado, constreñido contra el testero del templo, que ganó un premio de arquitectura religiosa. En una reciente misa de difuntos a la que habíamos acudido sonó mucho mejor, armónico y majestuoso. Pero el domingo es la misa de los niños y a ellos se consagra la liturgia: ocho hacen la oración de los fieles y otro grupito sube a rezar el padrenuestro con las manos unidas alrededor del oficiante y el diácono tras interpretarse la pieza con música de Simon & Garfunkel que, desafiante el paso del tiempo, permanece en el cancionero de la parroquia.
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La homilía -micro inalámbrico unidireccional que no se acerca lo suficiente a quien habla- la ofrece el sacerdote desde el presbiterio, por delante del altar, con ayuda de un puñadito de críos que pugnan entre sí alzando la mano para responder las cuestiones que les plantea el oficiante. «¿Cuántas parroquias hay en la archidiócesis?» La competición de más/menos arranca con las 16 iniciales hasta las 265 con que una chiquilla acierta después de un chaparrón de cifras y estalla un aplauso generalizado entre la asamblea.
No es el único. Hay clamor cuando una colaboradora, en el turno de avisos, anuncia que se ha abierto el plazo de inscripción para participar en el belén viviente que este año alcanza su quinta edición: digno de verse, muy meritorio. Un euro por cada participante que se destina a Cáritas. Se percibe verdadero entusiasmo en la concurrencia, que tiene en las representaciones del 15, 16 y 17 de diciembre acaso una de las pocas ocasiones de tejer lazos sociales en un barrio tan despersonalizado.
A ello se consagra también la comida compartida en el jardín de la parroquia por el día de la Iglesia diocesana y la convivencia programada para el 6 de diciembre en el monasterio del Loreto en Espartinas de la que el párroco da aviso con una hoja por delante para no olvidarse de nada: charla belenista de un franciscano, oración con los pobres atendidos en Cáritas y beatificación de mártires.
Lástima que las buenas intenciones se vean traicionadas con expresiones no muy afortunadas como que la Jornada Mundial de los Pobres «se la inventó» el Papa o que la beatificación de veinte mártires es un «hecho histórico que sucede cada siglo como quien dice» sin reparar en que el martirio es consecuencia de la más sañuda persecución religiosa en la Europa occidental durante el siglo XX.
Otros detalles, en cambio, nos sorprendieron para bien como llevar a cabo la purificación de los vasos sagrados directamente en la credencia o el comentario con que remató la homilía (once minutos aunque con nutrida participación infantil): «La Iglesia no es una tienda a la que vengo a comprar sacramentos, sino una familia que necesita de mi aportación». No está de más recordarlo al pueblo fiel que camina por Sevilla Este: no todo han de ser belenes y comuniones.
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