Letanías lleva acento

Pero no hay eso que ahora se llama postureo y antes era fingimiento. Los fieles vienen en chándal y se saludan, les reparten folletos explicativos de la misa a los chiquillos y se reza de veras. En el gesto de la paz, entrechocan las manos de verdad, sin remilgos, y aquello se convierte en un recreo eucarístico.

En los tablones hay avisos del reparto de medicinas los lunes por la tarde y autobuses para el centro de inserción social de Torreblanca porque aquí la pastoral penitenciaria no es un adorno. En realidad, nada es de adorno, ni el cuadro del Pele (el mártir Tío Ceferino, primer beato gitano) ni el tablón con las fotos de la comunidad parroquial del día de Pentecostés de 2021.

El párroco es además vicario de Pastoral Social y ese es el acento con que se reza en las Letanías. Acentos de lejos, también: la primera lectora es francófona subsahariana y la segunda, uno apostaría que de un país andino; el monaguillo es oscuro de piel y hay migrantes en muchos bancos. No están por compromiso y eso se nota.

El celebrante despacha en cinco minutos una homilía de fuerte contenido social en la que llama a los presentes -tras un galimatías inicial del que le cuesta zafarse- a «salir al encuentro de tantas personas necesitadas de esperanza cristiana». En eso se demuestra la eficacia de la Palabra viva, porque el Evangelio no resuena aquí igual que en otros sitios: «No venimos sólo para rezar mirando al cielo, sino para ponernos en marcha, conociendo la realidad, para proponer caminos distintos que pasan por el amor de Dios y el amor a los hermanos».

Cuando se refiere a la tentación de sentarse en la cátedra de Moisés habla abiertamente de hipocresía social y de «dejarse transformar por Él para que no seamos jueces de los demás». «No se trata de que nos guardemos todo lo que nos da el Señor porque pensamos que somos perfectos, como fariseos del siglo XXI», invita desde el ambón.

Así que este cronista se aplica el cuento: vaya que la asamblea se quede de pie (admirable comunión de gestos) durante la consagración y que sólo se levante al inicio del prefacio por la espontaneidad de las peticiones personales en la oración de los fieles y la tierna imagen de la quincena de niños con las manos entrelazadas alrededor del altar para rezar el padrenuestro. Después, todos se ponen en fila en la procesión para la comunión para que el párroco y el vicario Plácido les hagan la cruz sobre la frente.

En el capítulo de avisos, la recaudación del Domund (508,30 euros, que es bastante más que el año anterior), la invitación a una conferencia 'cinco estrellas' del teólogo jesuita Juan Antonio Estrada que organiza la asociación Alborear de ayuda al toxicómano el 25 de noviembre y el ruego de que se queden cinco minutos los que vienen a la misa dominical pero no están encuadrados en ningún grupo parroquial porque el párroco quiere hablar con ellos.

Uno se va con la sensación de que la comunidad parroquial es humilde, muy escasa, pero cohesionada y auténtica; viva, en definitiva.