Misterios de Sevilla: la tienda encantada

Aquel vestido de novia no debía estar en el escaparate, de hecho todos días las empleadas se apresuraban a cambiarlo antes de la hora punta de clientes. Lo envolvían en su funda cuidadosamente y lo llevaban a la planta alta de la tienda, donde había un pequeño almacén. Misteriosamente volvía a aparecer en el escaparate a la mañana siguiente .

No existían nuestras modernas cámaras de vigilancia, por lo que tan sólo podían guardar bajo llave aquel vestido y rezar para que no volviera a aparecer en el maniquí a la mañana siguiente. Pero todos los esfuerzos resultaban inútiles.

Nadie se explicaba cómo podía ser realidad aquella pesadilla. Una noche, el propietario, ante el desconcierto y pavor de las empleadas, juró que se quedaría allí hasta descubrir quien ponía ese vestido en el escaparate. Aquella misma noche el dueño se quedó en la tienda. En el maniquí, un vestido diferente.

Las horas transcurrieron con normalidad. Él visitaba el escaparate con frecuencia y no al parecer no sucedía nada extraño.

Al llegar sus empleadas le dijeron: «¿Has visto el vestido?» y éste, orgulloso, le dijo: «Hoy no se ha movido del almacén». Las chicas sonrieron con complicidad, pero cuando miró al escaparate, como por arte de magia, allí estaba el vestido maldito, expuesto y luciendo con todo esplendor.

La expresión de aquel hombre era de horror, de espanto, juraba que toda la noche el vestido había estado bajo llave. Agarró unas tijeras y se dirigió al escaparate con la intención de destrozarlo, de hacerlo jirones… Pero algo, una fuerza, una voz interior que no sabía explicar lo detuvo. Incluso le cogió miedo.

Aquel vestido no había sido recogido por su compradora pese a estar abonado. Hacía meses que debieron ir por él y, sin embargo, nadie apareció. Desde la tienda se hicieron las oportunas llamadas hasta que dieron con la madre de la contrayente, de la joven que debía lucirlo.

La conversación fue impactante y resultó determinante para entender lo sucedido: apenas un mes antes de la boda, la chica, mientras conducía en dirección a Sevilla, sufrió un terrible accidente de tráfico y como consecuencia de las heridas falleció apenas unos días después.

La familia, con la lógica tristeza, no quiso volver a saber nada de aquel hermoso traje que debía haber lucido la novia en aquel día tan especial. Desde aquel mismo momento, los sucesos comenzaron a producirse en el interior del establecimiento.

El dueño, al enterarse de lo sucedido, comprendió la situación: aquella alma reclamaba lo que debió haber sido suyo. Así que entregó a la familia el traje de novia junto a un ramo de rosas blancas que simbolizara la paz en la que debía descansar la fallecida.

Desde ese mismo instante los fenómenos en el establecimiento desaparecieron. Así me lo aseguró el propio dueño.

En no pocas ocasiones un fenómeno paranormal se materializa por circunstancias sentimentales o hechos que quedaron pendientes en vida, en esta ocasión algo tan importante como celebrar un matrimonio. De alguna forma ella, lució –aunque fuera en el más allá- el traje de sus sueños.