Reloj de arena
Miguel Loreto Bejarano: Sobre el poder y la gloria
Fue durante treinta y tres años el hombre que sacaba a pasear por Sevilla al hijo de Dios. Sentenciado y maniatado
La juventud en los ojos, el tiempo no se atrevía con ellos. Socios en Los Borrachos y amigos íntimos, un año sacaron juntos al Sentencia. Con los avíos del costal Juanma Martín, capataz de los Gitanos, a su vera Miguel Loreto, voces de canela y clavo en la madrugá sevillana
Intimó tanto con Él que le hablaba y le reñía, diciéndole cosas que solo los compadres son capaces de decirse: «con el paseo que te estoy dando y no me echas cuenta; alárgame un cablecito, anda, para pasar las duquelas. En una curva te voy ... a dar en la frente para que te acuerdes de mí». Undivé y Jesús. La fe color canela y el martillo del bronce de los calorros. Por sus venas corría sangre de Manuel Torre y el Niño Gloria . Dion Casio no se atrevió a escribir que en la calle Parras le vaciló a Julio César llamándolo gachó mientras él desfilaba con la Centuria. Y al yerno del Rey Emérito , en la levantá de cortesía que se le brinda a los principales antes de salir la cofradía, le cogió la mano para que la llamá de Marichalar retumbara en la basílica. El martillazo retumbó. Pero también lo hizo el age de Loreto que le vio el peluco en la muñeca y le dijo: «cuando te jarte del reloj, me lo regalas».
Este hombre se nos fue hace tres años. Pero hay esquinas en Sevilla, desde la Resolana a Sor Ángela de la Cruz , a las que el Sentencia mira con profunda tristeza a la vez que reprime una sonrisa inevitable, pensando en las cosas que le decía cuando hablaba con él.
Luis León lo llamó para el mando al verle capacidad, liderazgo, personalidad y ciertas dosis de osadía. Tan necesarias para el oficio. Su oficio era ser Miguel Loreto , cosa que no está al alcance de cualquiera y cuya actividad no figura en ningún archivo de la Seguridad Social, donde una vez fue a buscar su vida laboral y no apareció porque no trabajó en su vida. Eso de trabajar es para los que no saben hacer otra cosa. Y Miguel era un aristócrata dedicado a vivir y a sentir.
Compadres
«Mandó el Sentencia macareno durante 33 años cogiéndole tanta confianza que le reñía porque no le echaba un cable»
Noctámbulo, flamenco, insaciable, cariñoso, hedonista, amó la caoba de las barras de las tabernas y la madera sagrada de los costeros. Su primo Bosco Gallardo , ese tabanco de paladar jerezano con sucursal en Parras, lo adscribe al maestrazgo indomable de Pericón , Beni de Cádiz, Picoco y el tío Paula , este último un dandi que se hacia los trajes con el sastre del Rey. En la peña del Tío José de Paula , en el barrio de Santiago, fue testigo de uno de los hitos más cumbres del arte contemporáneo: la noche en la que Curro Romero le cantó a Lola Flores mientras bailaba. De Faraón a Faraona . Y que el mundo se quede con las pirámides que, como la que se levantó allí, en noche de estrellas fugaces y duendes desatados, no hubo otra.
El duende de Miguel llevando al reo nazareno nunca fue un teorema pitagórico en la pizarra del cielo de la madrugá sevillana. Fue grande por su sencillez. Y se hizo cuchichí entre una bulería gitana y un vals macareno. De costero a costero recortao y siempre, siempre, marcando el compás que derramaba la Legio X Speis Macarenae Hispalensis. Y si dejáis volar la memoria para rescatar del secuestro del tiempo los recuerdos veréis a un Miguel con la cara pegada a los costeros, metiendo la mano bajo los faldones para embravar a los niños en la batalla suprema del arte de saber llevar un paso, dejando que el aguardiente que destilaba su voz caracolera invocara a las madres que los parió. Y el barco se movía como si las olas fueran de plata y la plata lo llevara al buen puerto de los corazones de la Sevilla que lo aclamaba.
Marichalar
«El ex de la infanta Elena hizo una llamá de cortesía en la basílica. Loreto le vio el peluco que llevaba y le dijo: “cuando te jarte, me lo regalas"»
Uno de aquellos atlantes, Javier Rodríguez, recuerda cómo Miguel, trastornado por el arrebato de la noticia, entendió al revés un encargo que le dieron para uno de la cuadrilla. «Oye Miguel , el Fito tiene a su padre regularcete. Acuérdate de él». Y Miguel, desbocado de pulso y corazón, se fue para el martillo y se acordó con toda su alma: «¡¡Fito, esta levantá va por tu padre que ya está con Él!!». Y el Fito, desde la barriga del buque, le dijo ojiplático: «Migué, que yo sepa he dejado a mi padre en el sofá, comiendo torrijas y viendo las cofradías por la tele…»
Manolo García , ex hermano mayor de la Macarena, aún le ve la cara de aquella noche en Sierpes cuando mandó parar el paso a la vera del presidente del Perú. El teniente hermano mayor le dijo que esa parada no estaba prevista, que porqué lo hacía. Y Miguel, con la gracia natural del don de su persona, le dijo que el presidente le iba a cantar una saeta al Sentencia. Otro mal entendido para tirarte. Porque al verlo tan moreno y el pelo de nonaino, entendió que no tenía nada que ver con gacholandia y que como calorro cabal le iba a cantar una saeta al Sentencia.
Saeta
«Paró el pasó en Sierpes a la vera del presidente del Perú que, al verlo tan moreno y con pelo de nonaino, creyó que iba a cantarle una saeta»
Hoy, Miguel Loreto , es materia viva con la que se bordan los recuerdos, sus noches de bohemias que empezaban en Los Borrachos de Arfe y terminaban en Jerez, sus excursiones a Grazalema para hacer senderismo con unos zapatos Castellanos impolutos, su querencia natural a hacerse amigo de los perros verdes. Cuando lo vi en la Caridad, meses antes de su partida, llevaba con dignidad de guerrero la resaca de saber que tuvo en sus manos el poder y la gloria de Sevilla, pero que todo pasa y todo llega y que lo suyo fue pasar, hacer y vivir según su ley. En una muñeca llevaba un reloj adelantado. En la otra un reloj con la hora buena. Ninguno era de Marichalar. Eran los relojes de Miguel Loreto , casi tan mágicos como los de Dalí .
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