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Juan José Asenjo

La Madeja: Hombre de Dios

Asenjo se irá vivir a la residencia sacerdotal porque es uno de los grandes sevillanos del siglo XXI

El ya arzobispo emérito de Sevilla, Juan José Asenjo J.M. Serrano
Alberto García Reyes

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Ojalá Sevilla haya aprendido a recibir después del inmenso error que cometió con Juan José Asenjo. Esta es una ciudad de puertas frías. Todo el mundo contempla por la mirilla durante un rato los movimientos del que llama antes de abrirle. Es como si hubiera ... que ganarse el derecho a ser acogido. Asenjo sufrió esa altanería cuando llegó, pero en lugar de enfrentarse a la tradicional actitud hosca de la ciudad, decidió adentrarse en ella por el camino de la humildad , aunque aquellos meses primeros fueron para él un suplicio que vivió en silencio. Una vez más, los repartidores de carnés de sevillanía le pusieron la mano en el pecho. O pasaba por su ventanilla, o no habría sitio para él aquí. Pero el ya arzobispo emérito, que es una persona muy inteligente —de ahí su sentido de la honestidad, de la lealtad y de la austeridad—, les ha vencido por la vía de la serenidad. El tiempo ha demostrado que ha sido uno de los mejores pastores de la Iglesia de Sevilla en su historia porque supo entender la idiosincrasia de la ciudad sin renunciar a sus objetivos de evangelización. Pronto entendió que las hermandades, lejos de ser instituciones religiosas frívolas, eran un imán para su proyecto, el «humus de la religiosidad» las llama él, y las sumó a su encomiable plan: el impulso del seminario para lograr que la Diócesis vuelva a ser una de las más activas en cuanto a vocaciones de España, la puesta en marcha de la Facultad de Teología, la normalización de las cuentas, la recuperación del patrimonio abandonado durante décadas —el último caso es el de Santa Clara—, el escrupuloso proceso de inmatriculaciones —ayer admitió que inscribió por error un quiosco de prensa en Córdoba y dos capillas que pertenecían al Gran Poder y a Pasión— y, por encima de todo, la difusión del amor de Dios y de la vida en Cristo en cada gesto, en cada esfuerzo, en cada homilía, en cada conflicto, en cada perdón. Juan José Asenjo Pelegrina es un hombre divino en el sentido absoluto de la expresión. Es una buena persona. Ahora vivirá en la residencia sacerdotal de la calle Hombre de Piedra, muy cerca de Santa Clara, por donde algún día, según profetizó Romero Murube, en la paz de un atardecer de oro, pasará un hombre perdido hacia un afán inconcreto.

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