Un error policial manda a juicio a un estudiante de Sevilla que se llamaba igual que un «broncas»
Un universitario, denunciado por un delito de lesiones tras ser identificado a través de las redes sociales y confundido con el verdadero agresor que tenía el mismo apellido
Mercedes Benítez
J.C. tiene 20 años y estudia 3º de Derecho. Compatibiliza sus estudios en la Universidad de Sevilla con la música y entrenamientos de fútbol varios días a la semana. Como los entrenamientos terminan casi siempre muy tarde, hay viernes que llega tan cansado que ... no tiene tiempo de salir por la noche. Y eso fue lo que le hizo el pasado 2 de octubre, una noche en la que v olvió a las 23.15 y prefirió quedarse en casa.
No imaginaba que casi dos meses después iba a ser acusado de la agresión a otro joven que se produjo esa misma noche en la botellona que se concentra los fines de semana en las inmediaciones de la avenida de las Razas. De hecho J.C. estaba tranquilamente en su casa estudiando cuando llegó una carta del juzgado de instrucción con una citación para que se presentara el día 1 de diciembre a juicio como denunciado por un supuesto delito leve de lesiones.
Era una citación para que acudiera a uno de los juicios de delitos leves (como ahora se denominan los antiguos juicios de faltas) en la que únicamente se hacía referencia al nombre del denunciante, otro joven que, al parecer había sido agredido por una pandilla de chicos que se concentraban en la misma zona de botellón y que le golpearon. Tras ello presentó una denuncia porque al parecer sufrió algunas lesiones de las que tuvo que ser tratado en un hospital sevillano.
J.C se quedó de una pieza cuando recibió la citación para el juicio. No sabía de qué le estaban hablando porque él recordaba perfectamente que aquella noche no había salido , ni, por supuesto tenía noticia alguna del resumido hecho y persona denunciante que figuraban en la citación judicial.
Todos dudaban de él
A su propia perplejidad hay que unir las dudas que la noticia suscitaba a cualquiera. « El primero que dudó fue mi padre que me llamó por teléfono para preguntar si había tenido algún problema», confiesa el joven, al recoger del buzón el aviso de correos. Una vez que les explicó que esa noche había estado en casa comenzó a indagar acerca de qué había pasado y por qué lo estaban haciendo responsable de aquellos hechos. Pero ahí también tuvo que enfrentarse ante nuevas dudas, como sucedió cuando acudió con su abogado al juzgado de instrucción a solicitar copia de las actuaciones, para indagar acerca de lo ocurrido.
Los funcionarios también dudaban y ponían cara de incredulidad. «Todos dudaban de mi inocencia», se lamenta el joven que tuvo que hacer sus propias indagaciones para demostrar que no había estado en el lugar de los hechos la noche de autos. Así, hasta que pudieron tener acceso a la denuncia en la que aparecía un perfil de Instagram de uno de los denunciados y entre las fotos que pudieron localizar en las redes sociales estaba la de un grupo de jóvenes, algunos de ellos etiquetados con nombre y apellido. Una foto que había servido a los investigadores como única prueba para denunciar a los supuestos agresores.
Entonces fue cuando descubrieron que entre esos jóvenes, varios de los cuales también habían sido denunciados por la misma agresión, aparecía un chico con el mismo nombre y primer apellido que J.C. «La policía hizo la indagación únicamente a través de las redes sociales» se queja el universitario que insiste en que ni siquiera comprobaron que solamente coincidía el primer apellido ya que el segundo es distinto. Y tampoco se pararon a comprobar que las edades de ambos tampoco coincidían. Todos los de la pandilla de supuestos agresores, incluido el de la confusión, habían nacido en 2003, dos años después que J.C. Y a ello hay que unir que el chico de la foto en las redes sociales tampoco se le parecía físicamente.
Pese a todo el joven tuvo que ir al juicio, aunque sólo estuvo presente en la sala de vistas unos minutos. Ya en la puerta de la sala de vistas el agredido y uno de los testigos de los hechos admitieron que no habían visto a J.C. en su vida y que, por tanto, no había participado en ninguna pelea . Tras ser llamado como denunciado por el agente judicial para la celebración del juicio, y al no presentarse ningún cargo contra él, fue cuando pudo marcharse, «pero sin que conste en ningún sitio el error en la identificación», comenta.
«Tuve que ir a la comisaría y al juzgado y perder clases y he sufrido un gran estrés porque tenía que demostrar que era inocente», dice el joven
El juicio se celebró posteriormente y otro joven, de los que sí participaron en la pelea fue condenado a una multa de 200 euros, mientras que el que tenía el mismo nombre y apellido que J.C. no ha sido citado. Sin embargo, este estudiante, al que aún no se le ha pasado el susto, no da crédito a lo ocurrido. «Tuve que ir a la comisaría y al juzgado y perder clases , y he soportado un gran estrés porque tenía que demostrar que era inocente y que ese no era yo. Menos mal que no me parecía en nada al otro chico», dice.
Además el día del juicio tenía una clase de Derecho en la que se exige asistencia y en la que el profesor, para comprobar que los estudiantes no faltan, suele pasar lista a veces. Ese día lo hizo y una compañera tuvo que decirle al docente que J.C. no había ido a la facultad por «motivos personales». Cuando el profesor preguntó cuáles eran esos motivos y la estudiante le explicó que había sido citado en un juicio, también comento sorprendido si no era un chico formal. Ahora J.C. ha pedido una tutoría para explicarle al docente todo lo ocurrido. «Aquí alguien no ha hecho bien su trabajo porque han citado a una persona por error y sin hacer comprobaciones», dice este estudiante de Derecho que se plantea presentar una denuncia contra la propia policía.
Según comenta el propio J.C., los procesos por delitos leves no tienen fase de investigación judicial , pero resulta inexplicable que no lleven a cabo las averiguaciones precisas para identificar a los implicados, o que se realicen dichas actuaciones con más diligencia. Lo sucedido ha tenido a J.C. muy preocupado, porque ese error pudiera suponer «una mancha» en su expediente como futuro letrado. «No se pueden cometer errores de este nivel», explica, tras asistir a la peor clase práctica de Derecho de su carrera. Esta vez el error ha sido subsanado.
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