Archivo gráfico de ABC de Sevilla
#ArchivoABCsev: ¿De qué vacunaron a las cigarreras de Sevilla en 1906?
Las fotografías recogidas en el archivo de ABC de Sevilla de las cigarreras sevillanas son especialmente bonitas
Laura Liñán
El centro de todos los debates y de las conversaciones hoy en día gira, afortunadamente, en torno a la vacuna contra el Covid-19. Tras un 2020 catastrófico parecemos ver luz al final del túnel. La pandemia pasa a un segundo plano, en parte, para ... darle paso a aquello que ojalá marque su fin más pronto que tarde. «¿Se la han puesto a tu madre?», «¿cuándo les toca los maestros mayores de 55?», «¿qué tipo de fármaco tiene más eficacia?», «¿tuviste efectos secundarios tras ponerte la primera dosis?», copan nuestras charlas más cotidianas.
La ansiada vacuna es el anhelo de nuestros días para volver a una normalidad real . Mientras, como cada viernes, indagamos en el archivo gráfico de ABC de Sevilla y tiramos del hilo entre las fotografías recogidas relacionadas con las vacunas. En nuestra búsqueda nos topamos con esta bellísima instantánea de Juan Barrera, datada en 1906. «Operarias de la fábrica de tabacos vacunándose», versa el pie de foto. Por ello, hoy nos preguntamos: ¿de qué estarían vacunando a las cigarreras?
Investigando en la historia de Sevilla ligada a las enfermedades a las que se han enfrentado sus ciudadanos encontramos la fiebre amarilla, el cólera morbo, la peste negra … Pandemias que atemorizaron y paralizaron la vida cotidiana y las tradiciones de los sevillanos hace siglos, al igual que en nuestra historia reciente sucede con el coronavirus. Buscando relaciones en los anales epidémicos de nuestra ciudad para encontrar el fármaco que le están inyectando a nuestras protagonistas, observamos que en el siglo XIX hubo varias epidemias de viruelas, sarampión y gripe . Al consultar con facultativos sevillanos coinciden en que puede que la vacuna que están recibiendo las cigarreras fuese contra la viruela , la única enfermedad infecciosa humana que ha sido erradicada.
Así era la viruela
La viruela fue una de las enfermedades más temidas del mundo, se calcula que sólo en el siglo XX provocó la muerte de 500 millones de personas en todo el mundo. Tenía gran similitud en la manera de contagio con el coronavirus: se transmitía principalmente por la inhalación de las gotas que exhalaba por la nariz o boca alguien contagiado.
Las personas infectadas sufrían unos síntomas muy penosos: fiebre, fatiga, pústulas con un líquido denso en la piel que al secarse dejaban grandes cicatrices, y terribles desfiguraciones. Algunos de ellos perdían la vista por afección en las córneas. La tasa de mortalidad llegó a copar el 30% de los infectados. En la Europa del siglo XVIII se estima que unas 400.000 personas morían cada año por viruela.
Paradójicamente con la epidemia actual, fue en China, alrededor del siglo XVI cuando comenzó a investigarse la vacuna para mitigar sus efectos. En 1796 se creó el primer fármaco oficial contra la viruela, gracias a Edward Jenner , pero tuvieron que pasar casi dos siglos para que se llevaran a cabo campañas mundiales de vacunación como la que vemos en la imagen.
La viruela es considerada la única enfermedad infecciosa humana que ha sido erradicada
La fotografía de hoy
La instantánea que nos atañe este viernes, a pesar de su singularidad y belleza, podría describirse como propaganda sanitaria de la época. En ella, las cigarreras dispuestas como nos colocaban en el colegio para la foto anual de clase, posan en un semicírculo y a varias alturas. En el centro, una de ellas a modo de demostración, está sentada junto a médico que le inyecta la dosis pertinente en el brazo . Ese es uno de los detalles por el que nos atrevemos a decir que la vacuna inyectada es contra la viruela, por el lugar en el que se le está inoculando la dosis a la cigarrera.
No podemos pasar por alto la belleza de la indumentaria que ha caracterizado a las cigarreras sevillanas: la falda larga, el mantón y el cabello recogido en un moño decorado con flores. No es de extrañar que en ellas se inspirase una de la óperas más conocidas de la historia, Carmen , y que, por otro lado, el artista Gonzalo de Bilbao también sucumbió al encanto de las estampas costumbristas y populares que se daban en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla . No es para menos, las fotografías recogidas en el archivo de ABC de Sevilla del son especialmente bonitas.
Las cigarreras
La figura de las cigarreras de la Real Fábrica de Tabacos, hoy sede principal de la Universidad de Sevilla , ha sido fundamental en la historia de la mujer en Sevilla. Se acerca el Día Internacional de la Mujer y no está de más recordarlo: fue la primera fábrica que más trabajadoras tenía del mundo.
Durante los siglos XVII y XVIII los cigarros fueron elaborados exclusivamente por hombres, la mujer no trabajaba fuera de casa y se dedicaba a la crianza y cuidado de los hijos. El único salario que entraba en los hogares provenía de la mano de obra masculina, ya fuese por parte del padre o de los hijos varones. Pero la industria tabacalera creció tan desmesuradamente en Sevilla tras el descubrimiento de américa, en 1755 la mayor parte del tabaco provenía de Cuba, que el número artesanos del cigarro fue aumentando exponencialmente. De los 100 operarios iniciales, la fábrica sevillana llegó a dar empleo a 700.
En el actual rectorado se trabajaba a destajo y en el siglo XIX giraron las tornas. Buscando siempre aumentar la producción e ideando cómo mejorar el negocio, llamaron a las mujeres a formar parte de la plantilla de la tabacalera. Ellas cumplían con dos requisitos que valoraban muy positivamente los patrones: eran menos exigentes, al considerar su sueldo un complemento al que sus maridos llevaban a casa, y además eran más rápidas elaborando cigarros.
Ellas eran menos exigentes, al considerar su sueldo un complemento al que sus maridos llevaban a casa, y más rápidas elaborando cigarros
Tal y como contaba Javier Rubio en el serial de fotos coloreadas que se entregó hace no mucho con este periódico, las aprendizas entraban con 13 años, que bien pudiera ser la edad de las muchachas de la foto, vestidas con blusa, bata y mantoncillo y pelo recogido en alto rodete. Cuando habían demostrado destreza suficiente, pasaban a la categoría de cigarreras. Más arriba en la pirámide laboral estaban las pureras, que liaban a mano los puros con increíble agilidad y sobrada experiencia. A las pureras se superponían las maestras, ya con tareas de vigilantas, y las capatazas, que cuidaban del flujo de trabajo y del orden.
Cada grupo era de entre seis y diez operarias, reunidas en ranchos, y tenían una ama que supervisaba todo el proceso en evitación de fraudes y sisas con la picadura que se les había dado pesada. Varios ranchos formaban un taller, a cuyo cargo estaba una maestra. Presumiblemente, en este caso puede ser la señora del extremo de derecha vestida de negro.
Como se aprecia en las fotografías, las cigarreras exhibían con orgullo de clase el detalle de la flor en el moño y los mantones en los que se arrebujaban. En cierto sentido, las cigarreras constituían una aristocracia del proletariado preindustrial puesto que eran de las primeras féminas que recibían un salario por su trabajo fuera de casa.
Según datos del archivo de Tabacalera, en 1906, trabajaban en la Fábrica de Tabacos, custodiada por soldados agaritados al otro lado del foso del Tagarete, unas 3.332 mujeres entre maestras, porteras y operarias, pero quince años después, con la incipiente mecanización del laboreo del tabaco, su número había caído a menos de 2.000. Después de la Guerra, su número había caído a 1.100 operarias.
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