Historia
Epidemias y calamidades: La historia que se repite
Los años en los que las enfermedades dejaron a Sevilla sin cofradías
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Iniciar sesiónLa historia es un relato cíclico que tiende a repetirse. Por eso, las circunstancias que han envuelto a la pasada Semana Santa sin procesiones en la calle, recuerda a situaciones ya vividas por nuestros antepasados. Años en los que la Semana Santa se ... suspendió o, directamente, las diferentes calamidades padecidas en la ciudad acabaron con la existencia de numerosas hermandades que terminaron por languidecer en su actividad o, directamente, desaparecer. ¿A quién le rezaba la ciudad en sus peores momentos?
La Gran Epidemia de peste de 1649
La gran epidemia de 1649 dejó al 50% la población de Sevilla. “Con la peste, latente ya en indicios desde 1646, curiosamente ese año Sevilla se quedó sin Semana Santa, pero no por suspensión preventiva sino por las fuertes lluvias que hicieron desbordarse el Guadalquivir el mismo domingo de Resurrección. Las cofradías cuya economía se lo permitía habían acordado en los cabildos de salida de 1649 hacer estación de penitencia, más fue el temporal reinante el que se lo impidió a todas”, explica el historiador Álvaro Pastor Torres.
Durante la Pascua comenzó el rosario de muertes que diezmó tremendamente la nómina de todas las corporaciones, por lo que muchas tardaron varios años en volver a procesionar, otras desaparecieron y algunas tuvieron que fusionarse.
Álvaro Pastor / PEPE MORÁN La peste de 1680
El año 1680 , y sobre todo el siguiente, con otra epidemia de peste declarada, también provocó que las cofradías ni se plantearan la estación de penitencia, algo que queda demostrado porque ni siquiera , se celebraron los cabildos de salida.
Cuadro de la peste de 1649 conservado en el hospital del Pozo Santo La fiebre amarilla de 1800
La fiebre amarilla de 1800 estalló en verano, cuando la Semana Santa ya había pasado. Sin embargo, condenó la celebración de año siguiente. “Pilló a la población muy baja de defensas por culpa de las muchas lluvias de ese año y la malas cosechas en el campo. Afectó a la Semana Santa de 1801 y de los años sucesivos por la mortandad de muchos cofrades, pues en Sevilla murieron casi 15.000 personas (18,2% del total de habitantes) de las más de 76.000 (94% de la población) que habían enfermado”, argumenta Pastor Torres. Los barrios más afectados, y por ende sus cofradías, fueron los de extramuros: San Bernardo, la Calzada, la Carretería, la Cestería, Triana y los Humeros. Y dentro de las murallas aún en pie, San Lorenzo y San Vicente.
La diferencia de todos estos casos con la actualidad es que antes se impulsaban las procesiones de rogativas durante las epidemias para frenarlas. Ahora, por prudencia y para evitar contagios entre la población, solo le plantean procesiones extraordinarias en acción de gracias, es decir, cuando todo ya haya pasado.
Cristo de San Agustín en la parroquia de San Roque / CLICHÉ ALMELA ¿A quién rezamos?
Para estos casos de extrema necesidad Sevilla conserva devociones, algunas de las cuales, han sido olvidadas o despojadas de la devoción popular de la que gozaban. Ahí están las Vírgenes de la Antigua de la Catedral, Nuestra Señora de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, de la Virgen de las Fiebres (ambas hoy en la parroquia de la Magdalena) o de la Virgen de las Aguas en El Salvador.
Los sevillanos de la Edad Moderna (XV – XVIII) se acogían con fuerza en momentos de zozobra al Santo Crucifijo de San Agustín la Virgen de los Reyes de la Capilla Real. Eran las principales devociones de la ciudad aunque, en Sevilla proliferaban otras muchas. Por ejemplo, durante la epidemia de 1800 salieron en rogativa numerosas imágenes, incluidas varios titulares de cofradías sevillanas: Jesús del Gran Poder, Humildad y Paciencia, Jesús de las Tres Caídas de San Isidoro, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, la Virgen del Valle y la del Rosario, además de los ya “tradicionales” San Sebastián, San Fernando o Santas Justa y Rufina.
Virgen de los Reyes del Salvador / NANDIN Cristo de San Agustín: En el cenit de la epidemia de 1649 ambos Cabildos, el civil y el eclesiástico, organizaron una procesión de rogativa a la catedral con el Santo Crucifijo del convento de San Agustín, el 2 de julio, fecha que se sigue recordando hoy con función votiva en la parroquia de San Roque. “Ya antes, el 26 de mayo, la Virgen de los Reyes había procesionado por las gradas catedralicias. Y el 4 de julio ambos cabildos de nuevo hicieron voto solemne a San Laureano, antiguo arzobispo hispalense en el día de su fiesta. Y se volvió a recurrir a los santos protectores contra las epidemias medievales: San Roque, San Sebastián y Santas Justa y Rufina. La víspera de la Natividad de la Virgen se llevó la Virgen de la Hiniesta Gloriosa a la catedral y en su altar mayor estuvo ocho días”, explica Álvaro Pastor.
Sin dudas, el Santo Cristo de San Agustín era la gran devoción de la ciudad hasta la llegada del Gran Poder. El crucificado desaparecido en 1936 participó en numerosas procesiones de rogativas que, en algunas ocasiones terminaban en la Catedral de la ciudad y, en otras, en el Humilladero de la Cruz del Campo: sequías de 1525, 1571, 1576, 1605, 1669, 1680, 1737 o 1749. También volvió a salir con motivo de la fiebre amarilla de 1800. El 22 de septiembre de ese año el Crucificado fue llevado de nuevo a la catedral y colocado bajo el crucero, mirando al coro.
-La Virgen de los Reyes : La patrona de la ciudad y su Archidiócesis procesionó por epidemias en 1800 (fiebre amarilla), 1833 y 1854 (cólera morbo). En más de 75 ocasiones lo hizo por sequías, guerras, conquistas militares o nacimientos de príncipes, unas veces como rogativa y otras en acción de gracias.
Virgen de las Fiebres. Parroquia de la Magdalena (Sevilla) Fotografía Jesús Porres Benavides Noticias relacionadas
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