«El Jarrillo más emocionante fue el que hoy tiene Santa Ángela junto a sus escritos»

—Cuando dijo «ahí queó» para anunciar el cierre de la actividad del Jarrillo de lata ¿pensó alguna vez en su renacimiento?

—Si le soy sincero, no. Nunca lo pensé. En mi ánimo no estaba continuarlo.

—Se lo pregunto porque en 2013, cuando bajaron las persianas, usted estaba sólidamente convencido de que ese jarrillo no se volvería a llenar…

—Efectivamente. Para mi el Jarrillo se había quedado sin agua sin que yo lo buscara, ni lo quisiera.

—¿Qué lo ha animado a rescatarlo?

-La llamada de mi amigo Luís Rodríguez Salinas, junto a cuatro jóvenes cofrades de hermandades distintas. Ellos me animaron a recuperar el Jarrillo. Me lo pensé con tiempo. Y di el sí al cabo de los días.

—Alguna vez le oí decir que todo se le hacía muy complicado desde que Daniel Jiménez Quirós, su más íntimo amigo y colaborador, nos dejó con demasiada prisa.

—Esa es la realidad. Dani era la persona que me animaba y me templaba a la hora de tomar decisiones controvertidas dentro de la organización del Jarrillo.

—¿En esta nueva etapa del Jarrillo, en su aspecto orgánico, lo suple alguien?

—Dani es insustituible. Tanto desde el punto cofrade como personal y de amistad. Aunque Luís Rodríguez Salinas mantiene la energía, la vitalidad y el entusiasmo de cuando lo inauguramos en 1990.

—El Jarrillo distinguió la trayectoria cofradiera de veintitrés personas e instituciones. Pero se echan de menos capataces, costaleros, aguaores. ¿Por qué?

—Porque entrar en el mundo del costal era complicado y, de alguna forma, la nominación de los propuestos siempre se aplazaba.

—Pasemos de la información a la emoción. ¿Qué entrega del Jarrillo no se le olvidará jamás?

—El Jarrillo más especialísimo es el que se le entregó a las Hermanas de la Cruz. Oímos misa en la capilla de la clausura y me tocó entregarle el Jarrillo a la hermana superiora. Durante toda la ceremonia, en una sala muy recogida e íntima del convento, con pocos testigos, yo no dejé de llorar y temblar. Ese Jarrillo está situado entre los escritos personales de Santa Ángela.

—Lo veo emocionado…

—Es inevitable cuando lo recuerdo.

—La Marcha Real cerraba la entrega del galardón. Creo que un galardonado se cuadró y se puso firme cuando la oyó…

—Eso ocurrió en mi bar El Museíto, en el año 1997, cuando se le entregó al Teniente coronel don Pedro Morales, director de la banda del Soria 9. Al escucharlo se puso más firme que un palo y saludó.

—El Jarrillo que se le entregó al Boli, último costalero de la cuadrilla de Los Ratones, fue también muy especial…

—Su casa en Las Candelarias, tenía dos camas en el salón, porque ni su esposa ni él podían subir escaleras por problemas de movilidad. Una de ellas tenía un edredón con el escudo del Sevilla enorme. Y allí me senté para explicarle al Boli su nominación. La mujer del Boli fue lavandera del Sevilla durante muchísimos años. Marcelo Campanal los visitaba con frecuencia.

—Pero también es muy especial el galardón. ¿A quién se le ocurrió esa idea del Jarrillo de lata?

—A Luis Rodríguez Salinas. Suyo es el copyright.

—Creo que los primeros los hizo un latero de la calle Parras…

—Así es. Lo hacía con la alpaca que nos proporcionaba un orfebre y suyos son los tres o cuatro primeros.

—¿Sigue siendo la lata de leche consensada la matriz de la que salió el Jarrillo?

—Ese es el referente. Se hacía con la misma técnica con la que hizo cientos de jarrillos de lata para uso doméstico.

—¿Había criterios de referencia para elegir a los galardonados?

-No, cada miembro del jurado llevaba sus candidatos, que integraban una lista común y se votaban.

—¿Cuál es la diferencia más radical entre la semana de aquellos años y la que vivimos ahora?

—Tengo la sensación de que hubo muchos cofrades ya fallecidos que hubieran sido perfectos candidatos al Jarrillo. Hoy día no hay tantos…