EL PASEANTE
La Encarnación, cada vez más desnaturalizada
Nunca fue un espacio libre salvo en tiempos de los romanos, pero con las últimas remodelaciones y talas, la plaza ha ido endureciéndose y perdiendo diversidad vegetal y sombra
La tala de los dos grandes ficus que quedaban en la plaza de la Encarnación ha terminado por desnaturalizar la zona, en línea con el avance imparable de la urbanización en todos los espacios libres del Centro de Sevilla. Justo cuando más se predica la ... necesidad de contar con cubiertas vegetales y árboles de porte que den sombra y rebajen la temperatura ambiente, mayor es la presión para eliminar cualquier vestigio de naturaleza, incluso la que entendemos domesticada en los jardines y parterres.
Es verdad que la Encarnación nunca fue un espacio libre en la ciudad. Estuvo ocupada sucesivamente por conventos y un mercado de abastos que dejaron en herencia las tropas napoleónicas porque, caso frecuente en Sevilla, tardó más de una década en materializarse desde que se tuvo el proyecto inicial.
Aquí estuvo el de los dominicos de Regina Coeli, que aparece en las coplillas inmaculistas de Miguel del Cid y cuya memoria conserva el rótulo de la calle que desemboca en lo que hoy denominamos plaza de la Encarnación, tomando el nombre de un cenobio de monjas agustinas que se situaba entre Regina y Compañía, la calle de innegable procedencia jesuítica por situarse allí la casa profesa de los hijos de San Ignacio de Loyola.
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Un sitio cargado de historia de la ciudad -con restos romanos, visigóticos y almohades en el subsuelo- que las autoridades municipales de Sevilla no dudaron en ofrecer en almoneda a la constructora que se encargó de levantar la inmensa mole de Metropol Parasol, conocida por el vulgo como las Setas, hallazgo lingüístico que ha terminado por imponerse a todos los niveles.
Pero conviene no irse por las ramas, que era de lo que veníamos a hablar. La desaparición de los dos grandes ficus, con un porte considerable, ha eliminado el último vestigio vegetal de cierta entidad en toda la superficie de la plaza: lo que quedan son algún naranjo renqueante, cicas enanas y otros arbustos además de arriates en los que plantar flores de temporada.
Vista de la plaza de la Encarnación desde las Setas
La reforma integral de la zona, acometida bajo el mandato del alcalde Monteseirín hasta su inauguración en vísperas de la campaña electoral de 2011, significó la desaparición de los parterres alrededor de los ficus ahora sacrificados. Esos jardincillos llevaban desde la década de los años 50 del siglo XX cuando se reordenó la plaza, pero el arquitecto alemán autor de la costosísima pérgola-mecano de paneles y acero decidió achicar el espacio reservado para la naturaleza y los parterres quedaron reducidos a la mínima expresión elevando su cota sobre la de los viandantes.
Finalmente, la caída de todos los árboles de gran porte a causa del temporal de lluvia y viento de este otoño ha supuesto el fin de la presencia de arbolado en una zona que, pese a los cambios de uso y de alineación, siempre dispuso de cubierta vegetal aunque ésta fuera irregular y en mal estado.
La antigua plaza de abastos -y el solar en que se convirtió tras su derribo en 1973- estaba perimetrada por una hilera de robinias que habían alcanzado gran altura y que cayeron a las primeras de cambio cuando los andalucistas, entonces en el gobierno municipal como aliados del PSOE, comenzaron la excavación para la construcción de un aparcamiento subterráneo. La primera medida, claro está, fue talar los ejemplares que, a duras penas, se mantenían en pie.
Aquel proyecto se reconvirtió en el mandato siguiente en la actual superestructura, cuyo autor, el arquitecto alemán Jürgen Mayer, confesó haberse inspirado en la copa de los grandes ficus para su armatoste. En efecto, hay un rastro evidente de arborescencia en la forma del artefacto, partiendo siempre de un tronco que soporta el peso de la estructura aérea.
Hasta que se vuelva a plantar alguna especie vegetal y los ejemplares alcancen el porte que habían llegado a tener los ficus, esa retícula será el único vestigio natural que quedará en la plaza de la Encarnación
No es nueva esa pugna entre naturaleza y arquitectura, pocas veces resuelta en favor de los árboles como en la calle Amor de Dios. De hecho, a falta de estudios paisajísticos y otras consideraciones botánicas, muchos proyectistas acaban plantando palmeritas y otros especies de copa muy reducida para que sus obras constructivas se vean sin la molestia que supone las ramas de los árboles. En este caso, será Sacyr, la concesionaria del espacio público, la más beneficiada del arboricidio porque su pantalla de vídeo circular se aprecia ahora desde la calle Puente y Pellón, lo que antes impedía la copa de los ficus.
Hasta que se vuelva a plantar alguna especie vegetal y los ejemplares alcancen el porte que habían llegado a tener los ficus, esa retícula será el único vestigio natural que quedará en la plaza de la Encarnación, cada vez más desnaturalizada. Por recordar a Machado, ahora que están tan de actualidad sus citas: «Quien prefiere lo vivo a lo pintado es el hombre que piensa, canta o sueña».
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