El crimen del joven torero que llevó al 'exilio' madrileño a la familia Bienvenida
crónica de sevilla en negro
Rafaelito Bienvenida fue asesinado en 1933 cuando aún no había cumplido 16 años por el administrador de su familia en la Punta del Diamante
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A la izquierda, el asesino que se suicidó y a la derecha el cuerpo de la víctima tal y como fue encontrado en el piso
Antonio Bienvenida es el gran torero de Madrid. Pero esa fuerte ligazón se debió a un acontecimiento trágico que llevó a su familia a salir de Sevilla cuando el archiconocido diestro era sólo un niño. El asesinato de su hermano Rafaelito, en unas circunstancias ... que nunca quedaron del todo claras, llevó a esta dinastía del toreo a poner distancia con la tierra que les vio crecer. Ésta es la historia de aquel chaval que fue asesinado cuando no había alcanzado aún los 16 años.
Se llamaba Rafael Mejías Jiménez (Bienvenida VI) y en plena adolescencia se había convertido en una firme promesa del toreo. Pero bien por el empuje de su madre, que quería tener a algunos de sus cinco hijos varones alejado del coso o porque se fue apagando su vocación; cuando su vida se esfumó estaba ya más enfocado a trabajar en los asuntos familiares que a vivir del traje de luces.
El 17 de marzo de 1933, cuando aún no había cumplido los 16 años, Rafaelito Bienvenida quedó para almorzar con su amigo José Sánchez, hijo de otro nombre ilustre del toreo: Ignacio Sánchez Mejías. Sobre las cuatro de la tarde, los dos jóvenes se encontraban en la vivienda que poseía Sánchez Mejías sobre el antiguo restaurante la Punta del Diamante, en la esquina de la calle Alemanes con la avenida de la Constitución -por aquel entonces llamada avenida de la Libertad-.
La crónica de ABC y de otros medios como el diario Ahora detallan cómo en un momento dado se presentó en la casa Antonio Fernández Gallego, una persona que trabajaba de administrador de la familia Bienvenida y que había ejercido también de apoderado de Rafaelito en las becerradas que había lidiado. Los tres hombres estaban en el cuarto de la gramola, una suerte de salón de estar cuando algo ocurrió que desató los peores instintos del mayor de todos. Fernández Gallego sacó una pistola del calibre 6,38 y disparó contra el joven Rafaelito.
El crimen tuvo una amplísima repercusión mediática
Junto a la víctima estaba el hijo de Sánchez Mejías que después testificaría que al producirse el primer disparo estaba al teléfono hablando con una amiga y no estaba al tanto de la conversación que mantenían sus dos acompañantes. «Me has hecho una mala faena y me la tienes que pagar». Le escuchó decir a Fernández Gallego cuando se giró al escuchar la detonación. «Tú quítate de en medio que a ti te aprecio mucho y no quiero hacerte daño», fueron las últimas palabras que le dirigió el asesino a José Sánchez, que salió corriendo escaleras abajo, aterrorizado.
La pistola del padre
En su huida escuchó dos disparos más. El empleado de los Bienvenida había rematado a su víctima y después se había disparado. Cuando llegaron los primeros empleados a la estancia, encontraron al joven torero ya muerto con dos disparos en la cabeza y en el pecho. Su asesino aún respiraba pero tan sólo eran los últimos hálitos de vida. Moriría poco después en la casa de socorro del Prado. El arma empleada era del padre de la víctima que se la había cedido al administrador para que se sintiera seguro cuando salía de noche. Nunca pensó que sería la misma pistola que se usaría para acabar con la vida de uno de sus seis hijos.
José Sánchez, la persona que podía contar lo que había pasado, fue localizado horas después en una finca familiar, donde había buscado refugio. La Policía lo retuvo para tomarle declaración. Quedó en libertad tras ser interrogado por el juez, que no encontró prueba alguna de su participación en los hechos. En la información que trascendió semanas después, cuando el juez dio por cerrada la instrucción, se apuntaba que el padre de Rafaelito, Manuel Mejías, apodado el Papa negro, había decidido despedir al administrador después de haber recibido información de su hijo de que no estaba gestionando bien algunos asuntos familiares.
Pero con el paso de los años, otras posibles explicaciones se fueron abriendo camino. Una de esas versiones, que se ha ido consolidando con el tiempo, es que el asesino quería tener una relación estrecha con la víctima, a la que había cuidado durante años. Aquel niño que se había convertido en un hombre no estaba dispuesto y trató de poner distancia con aquel empleado de la familia. Una decisión que provocaría la tragedia. Lo cierto es que lo ocurrido llevó a toda una estirpe del toreo a 'exiliarse' de las habladurías y las especulaciones a Madrid. Una ciudad que acabó fundiéndose para siempre en el apellido de los Bienvenida.