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Capataz para un Cristo vivo

Se han cumplido veinte años del fallecimiento de Leonardo Castillo, delegado de Cáritas durante dos décadas, impulsor de las peregrinaciones a Lourdes y, ante todo, hombre bueno

Leonardo Castillo, abrazado por monseñor Amigo J. M. Serrano
Javier Rubio

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El día de su funeral, el 28 de marzo de 2005, se agotó el papel en la Catedral. La expresión, imposible más taurina, la pronunció el cardenal Amigo, que concelebró en aquella ocasión tan sentida junto al arzobispo Montero, los prelados de Huelva ... y Asidonia, los canónigos del cabildo catedralicio y 115 sacerdotes. Dos mil personas abarrotaban el templo para asistir a las exequias por el cura de los toreros, Leonardo Castillo, que había muerto el 25, Viernes Santo de hace ahora veinte años, dejando en la orfandad a tantos como le estaban agradecidos: «Que lo digan los inmigrantes a los que buscaba casa y trabajo; los impedidos para los que creó peregrinaciones, para que vieran mundo; los presos a los que procuraba un día de libertad fuera de la cárcel, una excursión al Rocío o un café con el arzobispo; los maletillas; los artistas; las escuelas de Formación Profesional».

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