De la misa la media

Arte de diario

La misa de nueve en la Magdalena acaba invariablemente, cuando la preside don Juan Luis, con un avemaría a la Virgen de la Quinta Angustia, el gloria y una miniprocesión eucarística con las formas sobrantes porque la capillita no dispone de sagrario

ABC

Misa en la capilla del Dulce Nombre de Jesús en la Real Parroquia de la Magdalena de Sevilla

  • Fecha: 31 de octubre

  • Hora: 9:00 horas

  • Preside: Juan Luis García

  • Asistencia: una veintena de personas

  • Exorno: ninguno

  • Música: no hay

Las misas de diario (las que no son de precepto, para que nos entendamos) son otra cosa. Se establecen, por la fuerza de la costumbre, unos lazos entre los fieles que cotidianamente se ven a la misma hora y en el mismo sitio: es literal, ... se respetan los asientos en los bancos con una fidelidad encomiable. Y entre la asamblea y el oficiante que, salvo imprevisto o causa de fuerza mayor, repite día tras día.

En la de la capilla de la Quinta Angustia, a las nueve de la mañana en la Magdalena, a esos lazos invisibles entre la asamblea y el presbítero se suman los que se entablan con la historia y el patrimonio. En realidad, es un privilegio celebrar la eucaristía admirando las bóvedas mudéjares del siglo XIV que mandaron restaurar los Montpensier, los cuadros de Valdés Leal, el Resucitado de Jerónimo Hernández y el misterio completo de la cofradía del Jueves Santo presidiendo el altar con el Cristo de Pedro Roldán exangüe en el centro de la composición.

Un lujo al alcance de cualquiera. La misa no suele durar más de media hora porque no hay homilía propiamente dicha, sino que el celebrante pasa de proclamar el Evangelio a la oración de los fieles en lo que va del ambón a la mesa del altar, que están casi pegados por las dimensiones de la capilla.

En vez de eso, el sacerdote aprovecha la monición de entrada y el momento de purificar los vasos litúrgicos tras la comunión para hacer un pequeño apunte de las lecturas del día. En un par de minutos o tres, como mucho, deja alguna pincelada de reflexión homilética a modo de sobremesa del banquete eucarístico.

En la víspera de la solemnidad de Todos los Santos, el sacerdote contrapuso la esperanza cristiana a la desesperación mundana apelando al refranero, del que él mismo se confiesa partidario entusiasta. El día en cuestión, adoptó una variante del adagio popular y planteó que «el que no espera, desespera». Y, en efecto, hilvanó algunas de las manifestaciones de desesperación de «una sociedad angustiada» que pone su horizonte en fruslerías y fatuidades que no conducen a la vida plena.

Al iniciar la celebración, ya había advertido a los parroquianos que las lecturas del día giraban en torno a «la muerte, que nos da yu-yu». La campechanía es marca de la casa del que fuera párroco de la trianera parroquia de San Joaquín hasta hace un lustro aproximadamente en que quedó adscrito a la Magdalena. Otro día descalificó Halloween y la mascarada juvenil como «paparruchas» contraponiendo las calabazas a «los huesos de santos y los dulces de toda la vida».

La misa de nueve en la Magdalena acaba invariablemente, cuando la preside don Juan Luis, con un avemaría a la Virgen de la Quinta Angustia, el gloria y una miniprocesión eucarística con las formas sobrantes porque la capillita no dispone de sagrario. Las obras pictóricas y escultóricas con tanta historia detrás vuelven a quedar como testigos mudos hasta el día siguiente a la misma hora, en el mismo sitio, y con el mismo arte.

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