De la misa la media
Un banquete a base de picos
Las lecturas del día no son una plancha que hace de puente entre los ritos iniciales y la proclamación del Evangelio; tienen un significado propio, un hilo conductor que enriquece y en algunos casos explicita la hermenéutica del Evangelio
Sevilla
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Iniciar sesiónMisa en la parroquia de San Lorenzo (Sevilla)
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Fecha: 15 de octubre
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Hora: 13 horas
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Preside: Miguel Vázquez Lombo
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Asistencia: menos de 40 personas
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Exorno: flores blancas en el altar y presbiterio
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Música: sanctus y agnus dei, entonados; grabada en la comunión
Tocaba el Evangelio del banquete nupcial y el invitado de última hora expulsado por no llevar traje de fiesta apropiado. Desgraciadamente, algunas veces la misa dominical termina por asimilarse a este personaje que desluce el convite con su actitud o su falta de pericia, la ... mayoría de las ocasiones sin pretenderlo. Pero acaba desluciendo esa «prenda del cielo en la tierra» que es la eucaristía, por usar la expresión del párroco Vázquez Lombo. Aunque no lo pareciera a tenor del raquítico amén que suscitó en la menguada asamblea la doxología final de la plegaria eucarística.
En la misa, los fieles asisten a dos banquetes sucesivos: el primero, el de la Palabra, que hay que degustar con el mismo celo con que se saborea el deleitoso pan del cielo que se comulga en el propiamente llamado banquete eucarístico. Ambos convites tienen que estar preparados y dispuestos para los comensales con los mejores servicios, pero los feligreses se irían con la sensación de que el banquete de la Palabra se había servido a base de picos.
Si llega un lector despistado y no sabe si tiene que salir o no al ambón, lee desganado como si estuviera repasando las clasificación de fútbol de la Primera Federación o trabuca el responsorio del salmo, apaga y vámonos. De verdad que era difícil seguir las preciosas lecturas de Isaías y San Pablo en su monocorde prosodia, sin entonación ni énfasis, plano como una plancha de hierro de las que usan para salvar las zanjas.
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Y no, las lecturas del día no son una plancha que hace de puente entre los ritos iniciales y la proclamación del Evangelio; tienen un significado propio, un hilo conductor que enriquece y en algunos casos explicita la hermenéutica del Evangelio. Y hay que tratarlas como lo que son: verdad revelada para la salvación de quienes las escuchan. Tanto respeto exigen que la Iglesia tiene instituido un ministerio propio, el lectorado, para atender la proclamación de las lecturas de la Sagrada Escritura en las celebraciones litúrgicas.
El propio celebrante, recién llegado como párroco a San Lorenzo, tuvo que repetir en voz alta el versículo del salmo para que a todos los presentes les quedara claro la respuesta que había que dar al hermoso y archiconocido salmo 22 (23): «Habitaré en la casa del Señor por años sin término». Luego le sirvió como hilo conductor de una homilía de apenas cuatro minutos bien construida pero falta quizá de un punto de nervio en su exposición.
No fue solo el despiste de las lecturas, sino que la interrupción de la música grabada tras la comunión se demoró hasta el punto de que el celebrante tuvo que recordarlo con gestos y de palabra un par de veces. Los servidores del altar están para servir al oficiante, no está de más recordarlo.
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