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EL FOTO-MATÓN

El cuento de Pinocho y el de la buena pipa

El cuento de Pinocho y el de la buena pipa Kako Rangel

POR ALBERTO GARCÍA REYES

Torrijos, siempre tan ensoberbecido en su discurso comunista, se llamó a sí mismo «perra vieja» durante aquella repugnante grabación en la empresa municipal Sevilla Global en la que tan sutilmente, junto a su comandante piquetero Carlos Vázquez, mostró la puerta de salida a su camarada ... José Ramírez, un comunista de verdad que, ante tan suculenta invitación, no dudó en salir pitando de la ciénaga que IU había construido en el Ayuntamiento. Perra vieja consumida por su terrible ambición de poder que ahora aúlla por las esquinas del desprecio en busca de alguien que le perdone tanta soberbia e incoherencia. Aquí tiene usted mi hombro, don Antonio. Yo le perdono. Y le deseo lo mejor en el calvario judicial que tiene por delante y que, si a IU le queda algo de honra entre sus filas, tendrá que recorrer a solas, como un holograma de lo que fue. Quiso mandar tanto que se mandó al ostracismo. Pero yo le perdono. Sinceramente. No le guardo rencor. En este periódico guardamos silencio cuando usted, don Antonio, repartía pasquines con un pinocho en la portada y las siglas de ABC. Callamos cuando sus camaradas se paseaban con camisetas que decían «ABC, facha y mentiroso». Soportamos que en las ruedas de prensa nos llamaran ustedes «falsos», «kleenex» o «txakurra». Nuestra respuesta a todos aquellos improperios barriobajunos que usted pretendió convertir en heroicidad ante sus electores, tal vez faltándole el respeto a la inteligencia de sus votantes, fue la información. Le reconozco que los improperios no pasaron de largo ante nuestras conciencias, porque a nadie le gusta que lo vituperen sin razón. Pero decidimos mantenerle el respeto intacto por pura educación y principios. Aguantamos sin hacer ruido todas las presiones que usted bien conoce mientras llamábamos por teléfono a Cuba para que nos explicaran si el dinero que ahora busca la Justicia había llegado a su destino o no. Publicamos cada detalle en mitad de aquella soledad que su gobierno se encargó de conseguirnos. Y recogimos sus pasquines con los pinochos aceptando opiniones que estaban muy lejos de los límites de la libertad de expresión. Facha y mentiroso, facha y mentiroso, facha y mentiroso. Nunca entendimos, perdone que se lo confiese con tanta crudeza, que una «perra vieja» como usted pudiese caer tan bajo tan sólo por mantener el bastón. Que se arrimara a las facciones enloquecidas de la revolución juvenil de su partido después de tantas pipas fumadas. Que aceptara ser protagonista de todo aquello contra lo que usted tanto dijo que lucharía en sus supuestas carreras delante de los grises. Yo entiendo que usted tuviera que casarse en el Gran Poder pese a ser ateo en los años del franquismo. Entiendo incluso que después haya exclamado sin rubor que luchó encarnizadamente contra el dictador. Pero no puedo entender que ante informaciones libres que no le gustaban, su reacción fuera acomodarse en el improperio y el insulto. Ahora la Justicia está desvelando quién era el mentiroso. Como el de la buena pipa, su Pinocho también era un cuento. Y aunque usted no va a pedir perdón, sinceramente, don Antonio, yo le perdono. Pero no olvide un dato: cuando usted llegó al poder, ABC tenía un siglo; cuando usted lo abandone, ABC seguirá informando.

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