Ya hemos visto 'Cristóbal Balenciaga' en Disney+ y este es nuestro veredicto

En la ficción, cuando el modista vuelve a su pueblo, a Guetaria (Guipúzcoa), se arremanga y se pone a pelar patatas. Hablan en vasco, por supuesto. Ella le pide que vuelva de París. La guerra ha terminado. También sale Belén Cuesta como Fabiola de Bélgica. Ambas actrices trabajaron con los Moriarti, que se turnan la dirección y el guión. Gente del cine haciendo televisión. No siempre sale bien. Aquí sí. Hay dinero; el París de 'Cristóbal Balenciaga' sí parece París, no como el de 'Berlín'. Hay tiempo. Hay idiomas (francés, español). Hay una banda sonora de Alberto Iglesias, habitual de Almodóvar y Medem, en su primera composición para televisión. Hay un propósito. Y una doble línea temporal.

A diferencia de 'Bosé' (cada capítulo, una canción), el hilo conductor de 'Cristóbal Balenciaga' es una entrevista que el diseñador, al que interpreta con sumo detalle y maquillaje Alberto San Juan (su amaneramiento aflora en la intimidad), concede en 1971 a regañadientes a una periodista británica (Gemma Whelan). No quiere que le graben la voz. Tampoco que le fotografíen. Menuda nariz tiene. La joven entrevistadora le traslada un rumor: Balenciaga no existe. Balenciaga es un fantasma. La verdad es que Balenciaga, ya jubilado, está a punto de morir (1972). Fue, en principio, la segunda y última vez que habló con la prensa.

Por tanto, hay mucha fábula en torno a un ambiguo personaje que, como todo héroe, o antihéroe, tiene un origen. El suyo es un supuesto encuentro con una marquesa, cuyo traje parisino le impresionó tanto que hizo una copia de aquel; no sabemos si certificada. El resto es Historia, aunque esta tenga dos versiones. Una es que le buscó trabajo en una tienda de Madrid. Otra es que lo contrató ella misma como sastre personal.

A los creadores –tras haber visto los dos primeros episodios en torno a los 45 minutos– no les interesa captar toda una vida –el mal de toda película biográfica–, sino que parten de 1937, en plena Guerra Civil, momento en que el protagonista se muda a París junto a su socio y amante, el sombrerero Wladzio d'Attainville (Thomas Coumans). Más joven. Más guapo. Se meten de Guatemala a Guatepeor. Llegan los nazis, que prohíben los sombrerazos, y sus mujeres quieren ir bien vestidas. Y Balenciaga, aunque ayudado por un matrimonio exiliado y republicano, no se casa con nadie. «¡Soy apolítico!», grita. Y homosexual, pero casi todos miran a otro lado.

Los guionistas (les acompaña la guionista Lourdes Iglesias; suya es la idea original) dibujan a un hombre de mediana edad, arisco, que no entiende la promoción de su obra como parte del trabajo. Ojea su propio desfile tras la cortina. El modista no sabe venderse, y Coco Chanel (Anouk Grinberg), cuya muerte a principios de los setenta abre la miniserie, se lo dice: la próxima vez, vente con la lección aprendida.

A Balenciaga le retrata su trabajo –su meticulosidad, su visceralidad, su introversión, su relación con las modelos– y le retratan sus contemporáneos. Christian Dior sale en el tercer capítulo. Los guionistas recurren a una frase de la diseñadora francesa en una entrevista para la revista 'Paris Match', pero cambian el escenario, el receptor. En la serie, Nicolás Bizkarrondo (Josean Bengoetxea), empresario, pregunta a Coco Chanel si Balenciaga merece la pena tal inversión. Él no sabe verlo. Y ella le pone en su sitio: es Dios.

Todos estos diseñadores clásicos saldrán en otra serie de televisión, 'The New Look', de Apple TV+, centrada en Dior. Juliette Binoche es Coco Chanel; el actor portugués Nuno Lopes, Balenciaga. Se estrena el 14 de febrero. Habrá este año una tercera ficción. 'Kaiser Karl', también para Disney+, con Daniel Brühl como Karl Lagerfeld. La acción comienza en 1972, el año de la muerte de Balenciaga.