El misterio de 'Un amor' y la alquimia de Laia Costa con Hovik Keuchkerian
La pareja de actores protagonizan la adaptación que Isabel Coixet hace de la popular novela de Sara Mesa
'Un amor' (**): Relato de una mujer vacía y crónica de un pueblo
Laia Costa y Hovik Keuchkerian, en una escena de 'Un amor'
Hay misterios que por más que se persigan nunca llegan a desentrañarse. Y no hay mayor misterio que el del amor, al menos en la literatura. Hay más libros y guiones sobre las relaciones que parejas vivas, pero por más que se escriba de ello, ... jamás se encuentra una respuesta definitiva, una razón última, la raíz, al fin, de la pulsión más profunda. De uno de esos amores habló Sara Mesa en una novela que solo podía llamarse 'Un amor', y se fijó en una joven que se refugia en el campo y acaba sometida por un sentimiento animal tan desbordante -en ella- como difícil de entender desde la mirada externa. La historia, llena de tabúes rotos y sentimientos ahogados, parecía imposible de trasladarse a la pantalla hasta que Isabel Coixet se atrevió de mano de otra escritora, Laura Ferrero, y la convirtieron en el guion de la película que hoy se estrena. Una aventura literaria que en pantalla se encarna en los cuerpos (radicalmente opuestos) de Laia Costa y Hovik Keuchkerian, Nat y 'El alemán', una extraña pareja dentro de la película que desborda conexión fuera de ella.
«¿Que cómo se genera esa química? No tengo ni puta idea», responde Keuchkerian con la voz que corresponde a ese cuerpo gigante que ahora mueve por los escenarios y hace no tantos años por los gimnasios de boxeo. «No sabía qué iba a pasar [en este rodaje]. Sé que el primer día hicimos la escena donde nos besamos arriba en el monte y ahí hubo una química muy potente, fue un verdadero beso de Nat y Andreas (su personaje, apodado 'El alemán'), y con la escena del sexo ya fue una explosión», revela el intérprete, que da vida a «un tipo que tienen esa necesidad de piel después de mucho tiempo solo».
«Es que Hovik nunca había hecho escenas de sexo y estaba claramente nervioso», rememora Laia Costa, que soporta sobre sus hombros todo el peso de la trama, un peso que no se ve pero que aplasta tanto como la culpa y la duda. «Fue muy importante para los tres (incluye a Isabel Coixet en la ecuación) que estuviéramos todos muy, muy a gusto porque no son fáciles estas escenas. Pero te digo una cosa y es muy curiosa: cuanta más crudeza hay en la película, más amor hubo en el rodaje», sentencia Laia Costa con la ternura que pide su personaje.
«Nosotros tuvimos una conversación adulta». Quien habla ahora es Coixet. «Pienso que el trabajo del director es proteger a sus actores, comprender qué es lo que dicen y qué no dicen. Porque hay gente que no lo dice por pudor y luego lo ves ahí supercortado. Las cosas hay que hablarlas», afirma categórica la directora.
Sexo y tabúes
Porque el gran disparador de la historia es una propuesta que deja al espectador ojiplático y a la protagonista rota. Sin ánimo de destripar la historia -por si queda alguien que no haya leído la novela ni leído según qué sinopsis de la película-, todo estalla tras un encuentro sexual de lo más turbador que Coixet rueda como si fuera un thriller, donde lo que menos importa es lo que pasa en la cama y, lo que más, lo que le pasa a ella, que en ese momento es el propio espectador.
Isabel Coixet y Sara Mesa, durante un coloquio en la Feria del Libro de Sevilla
«Es que yo no tenía ni idea por dónde iba a salir, y cuando dimos acción, pues salió ese animal, que además es un animal mecánico pero que busca luego el cobijo y tenía que tener esa grieta», relata Hovik, que todavía recuerda la sensación de Coixet durante el rodaje de esa secuencia tan clave de la película: «Tenía la sensación de que le estaba flipando, y para mí, que nunca había rodado una escena así y me había generado en la cabeza que podía ser algo traumático a priori, cuando pasó fue cómo, ah, ¿qué esto era?». Es curioso ver a un tipo de la seguridad salvaje de Hovik Keuchkerian hablar en términos de fragilidad y duda. Todavía recuerda cuando Coixet le dijo que había tenido suerte porque le había tocado «desvirgarse» con ella, alguien «que no necesita 20 tomas». «También te digo, si a mí ya para una secuencia normal, a la quinta vez que me hacen repetirla ya estoy diciendo que qué cojones pasa, aquí a la tercera ya te digo que te digo, con todo respeto del mundo, que vamos a ver un momento qué es exactamente lo que quieres porque está ahí la compañera haciendo lo que estamos haciendo…», remata apretando una botella de agua y moviendo los puños como si fuera un tic nervioso de quien ha pasado demasiadas horas golpeando un saco.
A Laia Costa no le queda más que asentir: «Es que cuando ves mucha dificultad y tensión por parte de la dirección, no te da mucha confianza. Pero Isabel es una gran generadora de alquimias en ese sentido. Da una confianza tan, tan grande. Y te hace partícipe de la conversación, que es una conversación adulta», desgrana la intérprete, que recoge la expresión de la «conversación adulta» que tanta importancia le dio también la cineasta.
De nuevo, la empatía
Porque al final, en la película como en la vida, hablar, comunicarse, hacerse entender con el otro, funciona como único salvavidas cuando todo lo demás se desmorona. O, al menos, eso cree la actriz que da vida a Nat, esa mujer que busca refugio en el campo para encontrarse en este mundo y acaba teniendo que liberarse de las miradas de los otros que tratan de convertirla en lo que ellos quieren. «A mí este personaje me ha traído una lección vital personal porque es un personaje muy complejo que a priori yo tampoco entendía. Y yo también lo juzgaba. Hasta que me pongo en sus zapatos y camino con ellos, me doy cuenta que mis pies también salen las mismas llagas. Y no en todos los personajes encuentras esto. Necesitas proyectos donde te pidan una exploración profunda del ser humano y de la psique humana», filosofa Laia Costa, que tras ganar el Goya a mejor actriz por su papel en 'Cinco lobitos' sigue empeñada en buscar papeles complejos. Y, también, no dejar de trabajar.
Solo en este año tiene cinco proyectos: además de 'Un amor', donde es protagonista absoluta, acompaña a Enric Auquer en 'El maestro que prometió el mar', cuya reseña completa esta página; además, ha rodado con Pau Freixas 'Citas Barcelona', con Elena Trapé 'Els encantats' y participó en la serie británica 'The Diplomat'. «Pero este personaje de 'Un amor' es un protagonista absoluto escrito por dos genias que se dedican desde hace muchos años a desentramar y nutrir las complejidades humanas. Entonces, a nivel vital, es uno de los pocos proyectos donde me he llevado muchas lecciones de vida. Y eso ha sido muy hermoso», sentencia la actriz, ya reconciliada con su personaje. Lo que opine el público lo deja para las «conversaciones infinitas» que, promete, genera la película.