Elle Fanning revitaliza la saga 'Predator': «Había días en los que me sentía más máquina que persona»
La actriz estadounidense asume uno de los papeles más desafiantes de su carrera en 'Predator: Badlands', una historia de supervivencia y conexión entre una androide y una criatura legendaria
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Carmen Burné
Elle Fanning ha interpretado reinas, ídolos pop, adolescentes perdidas y mujeres al borde de la autodestrucción, pero nunca había interpretado a alguien a quien le faltase la mitad del cuerpo. O mejor dicho, a algo. En 'Predator: Badlands', la nueva reinvención de la longeva saga ... de ciencia ficción que continúo alzando a Arnold Schwarzenegger como actor referente dentro de la industria, Fanning suma un rol más a su lista encarnando a Thia, una androide sin extremidades inferiores que se convierte en improbable compañera -y mochila emocional- de un Predator. «Cuando leí el guion por primera vez, pensé: ¿cómo vamos a hacer esto?», recuerda riendo. «Pero Dan -Trachtenberg, el director- tenía una visión tan clara, tan imaginativa, que me convenció enseguida».
Fanning habla con esa mezcla de dulzura y determinación que la ha acompañado desde sus primeros papeles en 'Somewhere' y 'El demonio neón'. Hay en su tono una curiosa calma, casi científica, cuando describe lo que otros considerarían un reto físico o técnico imposible. En 'Badlands' su desafío fue doble: dar humanidad a un robot y hacerlo mientras colgaba, literalmente, de cables: «La fisicalidad del papel fue completamente nueva para mí», dice. «Tuvimos semanas de entrenamiento con el equipo de dobles. Algunos de los arneses que usé nunca se habían construido antes. Era como aprender a moverme de nuevo». Entre los acantilados cubiertos de niebla y los ríos helados donde se filmaron muchas de las secuencias, Fanning tuvo que reinventar su relación con su propio cuerpo. «Había días en que me sentía más máquina que persona», confiesa. «Y otros en los que el personaje me devolvía algo muy humano».
'Predator: Badlands' traslada la saga a un territorio completamente nuevo: un planeta remoto y hostil donde los humanos son apenas una leyenda arqueológica. Allí, Dek (Dimitrius Koloamatangi), un joven miembro del clan Yautja, marginado por su especie- busca redimirse emprendiendo una cacería imposible. En su viaje se cruza con Thia (Fanning), una androide dañada de la corporación Weyland-Yutani que se convierte en su inesperada aliada. Juntos deberán sobrevivir a un entorno letal y cuestionar lo que significa ser cazador o presa. Es la primera entrega de la franquicia que adopta la perspectiva del Predator, explorando su código de honor, su cultura y su vulnerabilidad, en un relato que mezcla acción visceral con una sorprendente carga emocional.
Para Fanning, su interpretación buscaba un equilibrio entre lo mecánico y lo emocional, algo que la actriz describe como «una danza entre el cuerpo y la empatía». Esa dualidad -el metal y la piel, el algoritmo y el alma- atraviesa toda la cinta. «Los androides en el universo de Alien o Weyland-Yutani siempre han sido fascinantes», añade. «Pero Thia es el más avanzado que hemos visto. Tiene emociones casi humanas. Late su corazón, aunque sea sintético» El contraste entre su personaje y el de Koloamatangi se convierte, de hecho, en el eje del filme. «Fue la primera vez que capturaron las expresiones faciales de un actor para el rostro del Predator», explica. «Podía ver su cara mientras actuábamos, sin la máscara. Eso lo cambió todo. Hay una conexión real». En pantalla, esa conexión se traduce en una relación casi simbiótica entre la criatura y la máquina, un reflejo de dos soledades condenadas a encontrarse. «Son un dúo improbable», sonríe Fanning. «Dos especies que se enseñan mutuamente lo que significa sobrevivir. O sentir».
Reescribir la caza
Desde su primera aparición en 1987, la criatura Yautja ha sido retratada como el cazador definitivo: brutal, invencible, sin remordimientos. Un icono de la violencia ritualizada y del miedo primario. Pero 'Predator: Badlands' intenta algo distinto. En manos Dan Trachtenberg -quien ya había revitalizado el mito con 'La presa'- la saga da un giro inesperado: el monstruo deja de ser un villano para convertirse en protagonista. «Es la primera vez que el Predator es el centro emocional de la historia», explica Fanning. «Por fin conocemos su historia, su clan, su código. Sigue siendo brutal, claro, pero entiendes su porqué. Ya no es solo la criatura que acecha: es un ser con pasado, con memoria».
Fanning lo resume con la precisión de quien entiende el subtexto antes que la superficie. «El género puede ser enorme y ruidoso», dice. «Pero lo que hace especial esta historia es que está llena de corazón. Hay silencio, vulnerabilidad. Es un Predator que siente». Trachtenberg filma ese silencio con un pulso casi espiritual: largas tomas en parajes desiertos, miradas que sustituyen las palabras, y una luz blanca que parece venir de un sol moribundo. «A veces, el mayor desafío fue no actuar», confiesa Fanning. «Solo estar ahí, dejar que la cámara respirara contigo».
Después de tres temporadas dando vida a Catalina la Grande en 'The Great', Fanning reconoce que los personajes poderosos, complejos e incluso contradictorios la atraen. «Me gusta encontrar fuerza y debilidad al mismo tiempo», dice. «No me interesa que mis personajes tomen siempre la decisión correcta». Es una afirmación que podría aplicarse tanto a una emperatriz rusa como a una androide perdida en un planeta olvidado. En ambos casos, Fanning explora lo que significa tener una agencia propia -controlar el propio destino- dentro de sistemas que intentan limitarla. «Thia no tiene piernas, pero su libertad interior es enorme», reflexiona.
«De alguna manera, ella es más humana que muchos humanos». Su carrera, iniciada a los seis años junto a su hermana Dakota, ha evolucionado hacia una madurez silenciosa y autodirigida. «Crecí dentro de esta industria», dice, casi en un susurro. «He aprendido a no esperar oportunidades, sino a crearlas. Ahora tengo una productora con mi hermana. Eso también es crecer en tu poder». La frase suena sencilla, pero encierra un cambio generacional profundo. Fanning pertenece a una camada de actrices que ya no se limitan a ser rostros en pantalla, sino que buscan modelar las historias que cuentan. Florence Pugh, Anya Taylor-Joy, Zendaya, Emma Corrin: todas, de algún modo, están reescribiendo el poder desde la creatividad. «Hay algo liberador en saber que puedes levantar tus propias historias», dice. «Y no esperar a que alguien más te dé permiso».
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