'Saben Aquell' (***): El arte de la interpretación: entender, ser, sublimar al personaje
Cine sencillo, bien situado en su época, bien aliñado de humor y de crónica con un cierto y atractivo 'efecto Cuéntame
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Iniciar sesiónDavid Trueba lleva ya más de veinticinco años tocando todos los palos, todas las pantallas y todas las teclas, o sea, que no debería sorprender (pero sorprende) que se presente ahora con esta película sobre la media vida de Eugenio, el humorista triste que ... bebía 'destornilladores' y encadenaba Ducados. Media vida, porque Trueba y Albert Espinosa (coguionista) solo han entrado en la luz del personaje, que, dicho pronto, es la que le proporcionó su primera mujer, Conchita Alcaide, que murió joven y justo cuando el éxito enorme empezó a sitiarlo y a ennegrecerlo de verdad. Hay otro Eugenio ya sin luz, rodeado de sombras, pero no está en esta película (existe un documental de Jordi Rovira y Xavier Baig, de 2018, por si alguien quisiera completar el claroscuro).
'Saben aquell' es el medio título perfecto para este medio biopic, que recoge a Eugenio cuando era joyero y conoce, por casualidad, a Conchita, andaluza con gracia y buena voz con la que formó un dúo musical, 'Els dos'. Cine sencillo, bien situado en su época, los años sesenta y setenta, bien aliñado de humor y de crónica con un cierto y atractivo 'efecto Cuéntame' (las 'boîtes', el 'Un, dos, tres'…), podría decirse que perfecto en su aleación de chistes y vida. Todo es bueno, divertido, también dramático, pero lo que es mucho más que bueno es la interpretación de su pareja protagonista, David Verdaguer y Carolina Yuste.
David Verdaguer se fusiona literalmente con Eugenio, el porte, la voz, la resonancia nasal, la cadencia, los acentos, el humo, el silencio, el peso hipotenso, nihilista, un trabajo enormemente físico y con la honrada misión de desaparecer detrás de su personaje. Lo de Carolina Yuste es de una profundidad que habrá impresionado incluso al propio David Trueba: el lugar hasta el que se lleva a Conchita, el lugar hasta el que se lleva la película, cómo mira la historia y cómo nos la hace mirar a los demás. Canta ella, y maravillosamente, y está en la secuencia y la puebla de matices para hacérnosla más humana y hermosa, y para sugerir que sin su presencia la historia sería otra, tal y como luego ocurrió: ¡qué gran personaje y qué gran actriz!
David Trueba ha sabido aprovechar los dos ganchos imprescindibles para contar su media historia, una bien calculada y graciosa dosificación del alma y los chistes de Eugenio y las insospechadas posibilidades de Conchita Alcaide como turbina de una memoria, un homenaje, que precisa de su gracia, su fuerza y su desgracia.
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