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Crítica de 'Cerca de ti': Corazón de padre, mirada y porvenir de hijo

Para que la película prenda en los ojos y sentimientos del espectador, Pasolini cuenta con un combustible magnífico, la interpretación de sus dos protagonistas, el actor James Norton y el niño Daniel Lamont

El niño Daniel Lamont y el actor James Norton
Oti Rodríguez Marchante

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El director de esta película, Uberto Pasolini , italiano con mundo y reconocido internacionalmente porque fue el productor y alma de aquella película titulada 'The Full Monty' , ofrece aquí un modélico ejercicio de cómo se puede domesticar un bronco drama y que, sin perder ni un solo gramo de su desalentador contenido, conserve entero toda su emoción, luminosidad, vitalidad y entusiasmo.

Un breve apunte de su argumento nos da idea de lo complicado de la empresa: un hombre sencillo, limpiador de ventanas, vive con su hijo de cuatro años; la madre los abandonó al poco de nacer. Ese hombre tiene 33 años y le han diagnosticado una enfermedad que lo matará en breve. No tiene a nadie y ha de encontrar, ya, a una familia de adopción para su hijo.

Así contado, cualquier hipotético espectador saldría pitando hacia el lado contrario de la puerta del cine, pero contado como lo cuenta este Pasolini (nada que ver con Pier Paolo y, en cambio, sobrino de Visconti ) no solo merece la pena abalanzarse a ella sino, incluso, hacer cola. Convierte su negra historia en un humano retrato de la relación y educación de padre e hijo, y sobre todo organiza un entretenido 'casting' de visitas a familias y personas que pretenden adoptar para encontrarle algo de futuro al niño.

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Cerca de ti

Cerca de ti

Para que la película prenda en los ojos y sentimientos del espectador, Pasolini cuenta con un combustible magnífico, la interpretación de sus dos protagonistas, el actor James Norton y el niño Daniel Lamont. Del actor se sabía ya de sus capacidades por anteriores películas y numerosas series televisivas (de 'Mr. Jones' a 'McMafia' o 'Guerra y paz'), pero la potencia expresiva del chiquillo es la gran sorpresa de la película, con una interpretación increíble, seria, sugerente y alejada de todos esos 'tics' insoportables de los niños graciosetes ante una cámara. Un niño con la gracia de no hacerla.

En la manera de hablarse, de mirarse, entenderse, de saberse el uno al otro está el auténtico hallazgo de la cámara de Pasolini. Hay muchos sencillos y enormes momentos en los que los ojos de ese niño son varias líneas de diálogo en el rostro de su padre. Un descorazonar con corazón: celebran el cumpleaños del padre, 34, y colocan las velas en la tarta, pero el niño (que supuestamente ignora que morirá pronto) le da una vela de más.

Aunque tiene el gran acierto el director de desviar su mirada de los fáciles efluvios-cebolla, de los pormenores de la enfermedad (ni se menciona), de los detalles médicos o de su tratamiento; tampoco entra a cuchillo en la ausencia de la madre, y le otorga a su protagonista adulto una entereza, una madurez y una entrega que lo clava a uno en la butaca. Ni en un solo instante piensa uno que está en la película equivocada.

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