Está ubicada en un San Sebastián lluvioso y grisón, matizado por la fotografía en blanco y negro, al que llega una pareja joven que ha vivido en París y quiere ahora establecerse en su ciudad, en la que, naturalmente, ambos tienen un pasado. A la historia sólo le interesa el de ella, Lara, interpretada por Loreto Mauleón con gran sentido de lo que quiere transmitir, algo así como una felicidad entre interrogaciones, como envuelta entre precaución y añoranza.
En su estructura conviven lo que parecen ser dos acciones paralelas, dos relaciones, la presente y otra que alude al pasado, más romántica, más empapada de lluvia e inquietudes. Y ese encuentro entre las dos líneas argumentales rompe en un largo desenlace con las dos palabras esenciales del título, quietud y tormenta, muy entusiasmado en su propio lirismo y confusión con la pareja de actores, Loreto Mauleón e Íñigo Gastesi, entre diálogos que no se suelen oír, ni decir.
Atraviesa algún momento impostado, alguna escena de conversación y grupo o algún aire jazzístico (no en lo musical, sino en lo interpretativo y textual) que no le aporta gran cosa al fundamento, pero, con sus cosas, resulta una película inesperada y rica .
Crítica de 'La quietud de la tormenta': La vida entre dos hilos
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