Crítica de «El Cascanueces y los Cuatro Reinos»: Precioso envoltorio
«Un cuento de hadas clásico y estructurado a golpe de metrónomo, con un arranque prometedor y un final de manual»

Hoffmman el cuentista y Chaikovski el compositor sembraron sus semillas, que germinan de nuevo bajo la dirección de dos reputados directores (por el precio de tres, probablemente) y la banda sonora de James Newton Howard, que intentará ganar el Oscar a la novena. El envoltorio de esta nueva adaptación de la historia es tan lujoso como exige la Navidad de un niño rico, sensación que sin duda incrementará la versión en 3D, aunque sea a través de unas gafas de plástico.
En la foto de la caja, destacan tres actores que serían titulares en cualquier equipo -Morgan Freeman va peinado a lo Marcelo, por cierto- y una chica que pronto será una estrella, Mackenzie Foy. Los cuatro consiguen por sí mismos que la decepción no se dibuje en la cara de niños y mayores al abrir el paquete.
Pero ¿qué diantres hay dentro? Un cuento de hadas clásico y estructurado a golpe de metrónomo, con un arranque prometedor y un final de manual. Entre todos, y gracias a que la duración no se dispara por encima de los 100 minutos, consiguen que el relleno no parezca crudo. Se nota, de hecho, el esfuerzo por completar cada escena con detalles, ingredientes no siempre perceptibles, a menudo inteligentes, que sin embargo no lograrán evitar que a algunos espectadores, sin duda quisquillosos, se les atragante la trama. Gente insensible a la belleza o alérgica al azúcar.
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