Crítica de «Las buenas intenciones»: Una oenegé con patas
Como siempre en Jaoui, aunque aquí no dirija pero digamos que existe una autoría de actriz, la crítica es de trazo bien medido y la sátira no necesita de la grosería
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Revelada junto a su compinche Jean-Pierre Bacri en la inefable «On connait la chanson», de Resnais, la actriz, guionista y realizadora Agnès Jaoui es un nombre de referencia de un cine francés no necesariamente de autor pero no por ello menos valioso. Aquí ... aparece sin Bacri y no escribe ni dirige, pero vuelve a brillar como intérprete. Tiene una vis cómica sutil, que puede recordar a Elaine May o alguna otra «despistada» ilustre, ideal para encarnar uno de sus temas favoritos: la vergüenza ajena.
Era el tema de su ópera prima, «Para todos los gustos» , y es un poco lo que provoca su personaje aquí. Una madre, esposa y activa trabajadora social, que enseña francés a una clase multicultural (había una serie inglesa que con la misma premisa hacía un humor que ahora nos parecería incorrecto), que acaba convirtiéndose en una especie de familia adoptiva que le importa más que la suya propia. Los gafes, malentendidos, y la llegada de otra profesora más joven y quizá mejor docente que ella, acaban desatando una crisis de la mediana edad que hacen que esta oenegé con patas que encarna Jaoui se plantee el sentido de la vida, en vez de seguir preguntando al dependiente de turno si sabe cuántas horas de explotación infantil carga el textil que le está comprando…. Como siempre en Jaoui, aunque aquí no dirija pero digamos que existe una autoría de actriz, la crítica es de trazo bien medido y la sátira no necesita de la grosería.
Crítica de «Las buenas intenciones»: Una oenegé con patas
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