COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
El silencio no debería ser una opción
Habría que recordar a los del televoto que lo mismo andan equivocados y donde hay que votar no es en un programa de entretenimiento, sino en las urnas
Que el Gobierno de España va por un lado y la gente va por otro es algo que se evidencia en los detalles, en las distancias cortas –como en el anuncio de Brummel- donde no tienen cabida los mensajes, más o menos, institucionales, ni las ... arengas triunfalistas. Se vio el sábado pasado en el televoto de Eurovisión, donde el silencio no fue una opción, sino que se convirtió en reacción a los mensajes de RTVE, y, por tanto, a los mensajes del Gobierno de Pedro Sánchez. El que avisa no suele ser traidor y la UER ya nos había advertido, horas antes de la celebración del festival, de que los comentarios sobre las cifras de víctimas en Gaza no tendrían cabida en un programa «de entretenimiento apolítico», cuyo lema «Unidos por la música» es un compromiso con la unidad; un entretenimiento –eso no lo dicen- que está patrocinado por una empresa de cosmética israelí y que expulsó a Rusia en 2022 por haber invadido a Ucrania. Entretenimiento, como podrá usted comprobar.
La postura oficial de España en el conflicto de Gaza es de todos conocida. La postura humanitaria, también. La postura de cualquiera, con dos dedos de frente, sería la misma: paz y justicia, y no solo para Palestina, sino para cualquier territorio en guerra. Pero una cosa es el deseo –que ya lo decía Cernuda- y otra muy distinta, la realidad, porque el televoto español –no sé quién televota, pero deben ser muchos por lo que se ve- volvió a hacerlo: otro año más los doce puntos, los twelve points, españoles fueron para Israel.
No sé yo hasta qué punto el televoto español ha sido un «de qué se trata que me opongo», porque ante el mensaje de RTVE momentos antes de comenzar el festival, las reacciones de los espectadores estuvieron totalmente divididas, poniendo en duda la neutralidad de la cadena pública de televisión, a la que no paran de crecerle los enanos en los últimos tiempos. El ministro Oscar Puente y la ministra de Sanidad se mostraban orgullosos del mensaje en sus redes sociales como si España hubiese puesto una pica de dignidad e integridad moral en el festival de Eurovisión, en el que el jurado profesional ni siquiera rozó a Yuval Rapahel y su homenaje al padre del sionismo, y símbolo del estado de Israel, Theodor Herzl. Pero, ¡ay! La versión oficial, el desafío patrio y el orgullo cañí se fueron por el desagüe de las cloacas y del fango –el lenguaje socialista merece un estudio serio- en el momento en el que el público tomó el mando y entonces, el silencio ya no fue una opción.
Yo, qué quiere que le diga, solo puedo entenderlo como una reacción al Gobierno. Como una victoria pírrica, como una advertencia más a los desmanes de Sánchez y sus socios. Habría que recordar a los del televoto que lo mismo andan equivocados y donde hay que votar no es en un programa de entretenimiento, sino en las urnas. Que ahí es donde el silencio nunca debe ser una opción.
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