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COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Santo lunes

Porque cada Semana Santa los sentidos se hacen sacramento

Yolanda Vallejo

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Sería difícil explicar a aquellos que aún no conocen la Semana Santa de Cádiz, declarada el pasado año Bien de Interés Turístico Nacional, a qué huele el Lunes Santo. Porque en Cádiz, el Lunes Santo huele a azahares mezclados con la maresía, –que es como ... el diccionario llama al olor de la bajamar, restándole matices al significado que realmente tiene– que se cuela por las calles, cuesta arriba, hacia la plaza de San Francisco donde el Nazareno Blanco y el Emperador Dormido –el decano de nuestra santa semana– derrochan bendiciones a su paso. Porque en Cádiz, el Lunes Santo huele a caballas mezcladas con incienso en la calle de la Palma, esperando al Cristo Viñero que sabe más de las penas de su barrio que las que los propios vecinos conocen. Porque en Cádiz, el Lunes Santo huele a cera y a pirulís de La Habana en las casapuertas del Mentidero por donde el Prendimiento se hace carne habitando en cada uno de los que salen a su encuentro por las calles que dan a la mar, que son todas en esta ciudad trimilenaria. Sería difícil explicarlo sin echar mano de lo que une a todas las Semanas Santas de Andalucía, ese sentimiento hecho pasión que nos identifica, que nos conecta, y que nos renueva cada año. La certeza de que somos, y la promesa de que otros serán por nosotros, de la misma manera que nosotros fuimos por los que nos precedieron, tantos siglos atrás, y sé que así, usted lo ha entendido perfectamente. Porque cada año, cada primavera, cada Semana Santa, los sentidos se hacen sacramento; la vista, el olfato, el gusto, el oído, el tacto… la piel que habitamos y que nos lleva una y otra vez a casa, a la patria primera de la que hablaba Rilke, a la infancia.

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