COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Las migajas
Porque por mucho que quieran disimular —o no—, las medidas llegan tarde, mal y con una carga electoral difícil de enmascarar
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Iniciar sesiónYa sabe usted que hoy mismo entran en vigor las medidas con las que el Gobierno –sí, seguimos teniendo el mismo Gobierno que el año pasado, esto no ha cambiado- pretende paliar la crisis económica. La vicepresidenta, eternamente Yolanda, dice que van a seguir «cuidando ... a la gente y trabajando por el bien común» en el nuevo año que acabamos de estrenar. Dios nos asista. Porque si la idea es cuidarnos de esta manera, apañados estamos, que con amigos así, no hace falta tener enemigos. Sobre todo, cuando ellos mismos andan a la gresca dando una imagen de confrontación, bastante ridícula, y sobre todo, bastante preocupante entre socios de un mismo gobierno.
Al parecer, y según el ministro Planas, las medidas anticrisis no se han hecho «de manera improvisada», que es a lo que nos tiene acostumbrados el ejecutivo de Pedro Sánchez, sino que se han consensuado según las necesidades básicas de los españoles, y que se han distribuido de una manera patriótica —que no se yo muy bien qué manera de patriotismo es la que prioriza en la cesta de la compra— para demostrar que, como dice la vicepresidenta, eternamente Yolanda, «somos el mejor gobierno de la democracia», aunque eso no se lo crea ni ella.
El magnánimo Ejecutivo, ya lo sabe, ha eliminado el IVA de los alimentos que ha considerado de «primera necesidad» y ha rebajado el tipo de interés en otros que, al parecer no son tan necesarios. También va a repartir cheques de doscientos euros para los pobres, a prolongar la rebaja de impuestos en electricidad y gas, a prorrogar la gratuidad de los trenes de cercanía y media distancia, a prorrogar el precio de los alquileres y la suspensión de desahucios y va a revalorizar las pensiones de los mayores. De esta manera, repartiendo migajas, es como ellos entienden la campaña electoral. Antes se repartían mecheros, camisetas y gorras con el logo del partido y ahora, nos reparten limosnas, al más puro estilo del «siente un pobre a su mesa» que inmortalizó el profeta Berlanga.
Porque por mucho que quieran disimular —o no—, las medidas llegan tarde, mal y con una carga electoral difícil de enmascarar. Siempre pensé que la razón de los poderes públicos era la de proteger a los ciudadanos en situaciones de urgencia como la que estamos viviendo, pero, visto lo visto, la única razón que mueve a este Gobierno es la de seguir calentando el sillón. Lo vimos con el cheque cultural —cuando lleguen a cobrarlo las criaturas—, con las ayudas a la natalidad y ahora, con estos juegos del hambre, que dejan fuera de juego —nunca mejor dicho— a más de ocho millones de españoles.
No soy tan pobre como para sentarme a la mesa del Gobierno, y desde luego, tampoco pienso aplaudirles antes de que acabe la función, porque esto no ha hecho más que empezar. Nos queda por delante un gran año electoral; así que, si quiere acompañarme, vaya comprando palomitas —sin IVA reducido—, que la cosa promete.
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