Complemento circunstancial
Matemáticas afectivas
Lo que debería preocupar no es la afectividad de las matemáticas, sino la efectividad de la comprensión lectora
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Iniciar sesiónCuando yo era chica los únicos trenes que llegaban con puntualidad eran los de los cuadernillos de problemas Rubio que resolvíamos, o intentábamos resolver, memorizando. No conozco a nadie de aquella época que supiera —a ciencia cierta— la hora a la que se encontrarían el ... tren que salía de Baracaldo a las diez de la mañana con el que había salido a las ocho desde Alcaudete si uno iba a cien kilómetros y el otro a doscientos. A mí, que siempre he sido fantasiosa, me preocupaban los viajeros que subían y bajaban en las estaciones por las que los dos trenes pasaban, si se retrasaban, si alguno olvidó la maleta en el andén, si alguien perdió el tren por culpa del enunciado del cuadernillo… sí, qué quiere que le diga, yo ya entonces practicaba matemáticas afectivas, vale, pero no tenía ni idea —y sigo sin tenerla— de cómo se resolvía el problema. Lo mismo me pasaba con los de depósitos de agua y con los de palancas, como a todo el mundo, porque en este país hemos sido mucho de poner problemas y poco de dar con la solución.
Que los niños de ahora no saben leer —y de ahí viene todo lo demás— es algo que ya sabíamos. Que los planes de estudio dan por hecho que los niños de ahora sí saben leer, pero no les sirve para mucho, es algo que hemos conocido con los datos del último informe PISA que tanto preocupa a nuestro Gobierno, sobre todo porque Cataluña y País Vasco se acercan, cada vez más a los niveles habituales de Andalucía y Extremadura y eso no se puede consentir. De ahí que Pedro Sánchez se haya sacado de la chistera un plan de refuerzo «en matemáticas y comprensión lectora» que, además, contempla un complemento económico a los profesores que utilicen las nuevas metodologías de las Lomloe, es decir, lo de las matemáticas afectivas.
En el informe PISA, el cuarenta y seis por ciento de los escolares españoles confesaron que las tareas de Matemáticas les producían mucha tensión e indefensión. Como a mí lo de los trenes, mire usted por dónde, y por eso el Gobierno plantea la necesidad de explicar la asignatura con métodos «que no causen ansiedad» en los alumnos. Tal vez lo que debería preocupar al Gobierno no es la afectividad de las materias, sino la efectividad de la comprensión lectora de nuestros niños y niñas que tanto deja que desear.
Los niños y las niñas no saben leer, no entienden lo que leen y, por tanto, no comprenden las materias que estudian en el colegio. A partir de ahí, se explica todo lo demás. La lectura no es solo un placer, una afición o un hobby; es la herramienta necesaria para construir el mundo, que ya lo decía la Constitución gaditana de 1812 mucho antes de Pedro Sánchez y del informe PISA: «en todos los pueblos se establecerán escuelas en las que se enseñará a los niños a leer, a escribir y a contar». Pero hasta esto nos ha costado comprenderlo.
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