Dientes, dientes, en un PSOE sobre el volcán

Se comprende el alivio de María Jesús Montero, incluso la alegría, después de que Bolaños la haya sacado del callejón sin salida en el que se había metido con su negociación desahogada mintiendo a sus socios a los que prometía una cosa y la contraria. Eso sí, ha quedado un pacto desvaído y sobre todo incierto, pero han salvado la derrota. Una vez más, para salvarse ellos, se desentienden de los intereses generales del país. La gestión sigue muy marcada por las cesiones a Cataluña y País Vasco —ahí queda el cupo catalán, cediéndoles la llave de la caja única; y a Euskadi le engordan aún más su cuponazo para comprarles el voto— y el temor ahora es que salven los presupuestos con la misma solución: más cesiones.

Sí, es un cupo, por más que peleen para que no se use ese término delator. También los socialistas andaluces, para simular la financiación singular en Cataluña, piden que se le denomine 'desequilibrio vertical' y parezca un accidente. Cambiar los nombres no va a cambiar la realidad, aunque anestesien a algunos con la propaganda balsámica. La ironía es que no permitan bonificar a Andalucía un impuesto para tratar de atraer a más inversores, mientras se lo permiten a Euskadi, que ya compite en ventaja. Tercera modificación de la Ley de Concierto en cuatro años, por la puerta de atrás, y 14 nuevos tributos a la buchaca con más autonomía fiscal y hasta una silla propia en Bruselas. Es un escándalo tapado por otros escándalos más espectaculares, pero es un escándalo y además estructural, de los que no se llevará el viento del momento político. Denuncian el 'dumping' para Madrid, incluso se rasgan las vestiduras con Andalucía si baja o bonifica un impuesto, pero las cesiones a Euskadi o Cataluña ya han cruzado casi todos los límites. No está mal definido el Estado por el constitucionalista Josu de Miguel: «un bazar regentado por María Jesús Montero». La legislatura es un mercadillo para regatear cesiones compradas con votos, desentendiéndose de la desigualdad territorial.

Nota bene. El descrédito de María Jesús Montero es también un problema para el PSOE y particularmente para el PSOE andaluz, cuyo único gran referente ya no es un gran referente.

Y al Congreso de Sevilla llegan además con el PSOE andaluz haciendo brillar las navajas. No hay una guerra civil y ni siquiera ruido de sables, pero sí la coreografía previa. Juan Espadas puede haber sido ungido por Pedro Sánchez para seguir liderando al socialismo andaluz a pesar de encadenar derrotas dolorosas en el viejo feudo inexpugnable, y desde luego cuenta con la potencia de fuego del oficialismo, pero hay incendios difíciles de controlar una vez desatados. Y el runrún de adhesiones a una candidatura alternativa va a más. Hasta ahora, se había impuesto el mensaje despectivo de los ocho locos —que trae a la memoria aquellos cuatro gatos de los ERES que ya se sabe en qué acabó— pero la publicación de un artículo firmado por Pepe Caballos y medio centenar de militantes y dirigentes históricos pidiendo la cabeza de Espadas ya va estropeando esa tesis. Como ironiza Luis Ángel Hierro, parece que «alguien va a tener que aprender a contar por encima de 8». Y añade: «esto va en serio». En fin, aún parecen pocos, pero, cuidado, que ya hay uno de los ocho secretarios, nada menos que Cádiz, apoyado desde Huelva por Mario Jiménez.

Está por ver hasta dónde puede llegar esto. El brillo de navajas no siempre acaba en que corra la sangre. Pero tal vez sí provoque de nuevo inseguridad con la Operación Espadas en víspera del congreso federal, con Madrid y Castilla y León ya abocadas a la guerra. La solución de los mentideros ha quedado descartada: dar a Espadas el ministerio de Ribera. De hecho en Madrid, con María Jesús Montero inutilizada, están persuadidos de que el problema ya no es quitar a Espadas, cosa que les ha tentado desde hace tiempo, sino encontrar un sustituto que haga mejor cartel. Esa, aunque sea una triste paradoja, es ahora mismo la mejor garantía para Espadas: no hay nadie.

Después de que los indepes de campanario reprochasen a Illa sus elogios al aceite andaluz, ha tenido que salir a aclarar que el aceite catalán es el mejor del mundo. El pobre. La semana próxima, en Sevilla, que se traiga la neverita no sea que lo fotografíen disfrutando de producto andaluz y se vea obligado a hacer otra vez el ridículo.