Domingos de insomnio y de belleza robada
Esquivando a turistas, vendedoras de la buena fortuna, pescadoras de incautos, cocheros...volví a olvidarme de lo bella que puede ser esta ciudad
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Iniciar sesiónLos domingos están hechos para descansar...o eso dicen. El último día de la semana se despierta para hacer balance de todo aquello que no le ha dado a una tiempo de hacer. Es esa fatiga mental que por muchas leyes de conciliación que hayan ... salido adelante, las mujeres seguimos soportando en soledad no sé muy bien por qué. El cuaderno de las anotaciones mentales se abre con el café de las mañanas para recordarte cada una de las tareas que tienes que apuntarte si no quieres perderte en el camino de la rutina imposible. Apuramos muchos de los días sin detenernos en esos detalles que todos coinciden en señalar como las pequeñas cosas que construyen la felicidad cotidiana. Ahogadas entre las páginas de la agenda, tratamos de organizar trabajo, faenas domésticas, familia y si queda algún minuto libre, algo de autocuidado, poco, lo justo para que el rímel no se corra y el pantalón no apriete demasiado.
En esa carrera de fondo me veía trotando este domingo. Iba ensimismada con el excel mental de la semana que acabamos de inaugurar cuando me adentré en el Parque de María Luisa. La hora era bien temprana y eso favoreció que se pudiera escuchar con nitidez los trinos de los pájaros y el graznido de los patos. Una bofetada de tranquilidad que me arrancó de mis pensamientos y empujó mi mirada hacia la mismísima Plaza de España. Aquellos sonidos que invitaban a relajarse, me habían frenado en seco el ritmo acelerado de mi reloj biológico para recordarme que estaba atravesando uno de los monumentos más admirados del mundo y ni siquiera me había detenido unos segundos a disfrutar de aquel regalo para los sentidos.
En ese preciso instante, al borde de abrazar a Stendhal, recordé las conclusiones de un estudio del departamento de Psicología de la Universidad Complutense que aseveraba cómo el bienestar en las personas crecía de la mano de su capacidad de apreciar la belleza. Ser sensibles a lo bello que se posa delante de los ojos reporta beneficios como una buena carcajada. Sevilla tiene sobrados atributos para despertar esas sensaciones que generan buenas vibraciones. Lástima que un par de horas después, cuando mis pasos deshicieron el camino andado para regresar a casa, la belleza que antes había inspirado mi mañana, estaba tapada por las miles de cabezas que colonizaban un monumento tomado por las masas. Esquivando a turistas, vendedoras de la buena fortuna, pescadoras de incautos, cocheros y hasta algún que otro sevillano agobiado por la bulla, volví a olvidarme de lo bella que puede ser esta ciudad.
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