El cartel y los carteles

A las mamarrachás en forma de cartel taurino o a los carteles taurinos en forma de mamarrachá que paga cada año la Real Maestranza de Caballería para anunciar la temporada de su plaza de los toros de Sevilla les pasa como a los alcaldes. Cuando padecemos al alcalde de turno, nos creemos que no puede haber en Sevilla ya otro peor. Bueno, pues se celebran elecciones, sale otro, y resulta que hace bueno al anterior. Zoido hizo bueno a Monteseirín y Espadas está haciendo bueno a Zoido. Y no se preocupen, que el próximo que venga, sea del partido que fuere, será peor que Espadas, y si sale podemita como El Kichi de Cai, ni te cuento.

Como bien saben ustedes, en materia de arte hay obras maestras, tomaduras de pelo de pintura abstracta, mamarrachás y «lo siguiente», como se dice ahora: carteles taurinos de la Real Maestranza. Y Sevilla, tragando. Y la afición, pagando. La otra tarde que pasaba por el Altozano, desde el bronce de su estatua de Venancio Blanco me dijo don Juan Belmonte, que es hermano de mi misma cofradía, la del tartajeo:

—Bu, bu, bu, Burgos, hay que ver que ahí frente en el Paseo Colón me han dicho que hay uno de Camas al que los antitaurinos lo ponen cada dos por tres perdido de pintura colorá. Y en ca, ca, ca, cambio a mí, con lo que he sido en el Toreo, no me pegan ni un mal brochazo.

Belmonte me ha dado la clave. El cartel de los maestrantes no es de ese arquitecto tan famosísimo que dicen su autor. Cuando lo traían por Seur, lo secuestraron los antitaurinos de los brochazos al monumento de Curro, le pegaron el cambiazo y con los mismos pinceles gordos hicieron una caricatura de cartel, cachondeándose de la Fiesta. Sólo le falta que por algún lado ponga «tortura», que a lo mejor hasta lo pone. Estoy convencidísimo: el cartel taurino de la Maestranza lo ha pintado este año un antitaurino con los brochazos sobrantes del monumento a Curro. Los maestrantes se buscan a un moderno cada año y le encargan el carísimo cartel para hacerse perdonar lo que son y que no los llamen fachas y rancios, ¿no? Bueno, pues para seguir a favor de corriente, este año para mí que se han buscado a un antitaurino para terminar de acabar con el cuadro, y nunca mejor dicho.

Lo que pasa es que a pesar de esta mamarrachá anual, como la Real Maestranza tiene tan buen cartel en Sevilla por su obra benéfica, cultural y de promoción de la Fiesta, se lo perdonamos. Yo no les perdono mi tradicional palo al cartel en forma de artículo; pero Sevilla se lo perdona, por cómo tienen cuidada la plaza: de dulce. Ojalá todos los monumentos estuvieran así. Ojalá las Atarazanas, por no salir del Arenal, fueran de los maestrantes, que otro gallo cantaría en la Catedral de la Mar; verían cómo no le ponían ni escaleras mecánicas ni terraza de veladores para el Tabernero del Régimen. Y lo que pasa también (y aquí va el cuarto a espadas de habla sevillana de los sábados), es que una cosa es el cartel de los toros y otra muy distinta son los carteles del abono. Ya conocemos el cartel, que es lo de siempre: una mierda. Pero se va a salvar porque este año va a llevar impresos debajo los carteles que va a llevar, ¿no, Ramón Valencia? Unos carteles que le devuelven la categoría debida a la plaza del Arenal, sin vetos de los grandes y dando su sitio a los que vienen arreando, a «los emergentes», que son muchos y muy interesantes, empezando por el veterano Urdiales en el que los curristas tenemos puestas todas nuestras complacencias, o por el peruano Roca Rey, y no sigo porque no vaya a ser que el esbozo de los carteles de la Empresa Pagés me vaya a salir tan horroroso como el de la Maestranza que ha pintado ese arquitecto antitaurino de cuyo nombre no me sale del cruce de la taleguilla acordarme.