Cardo máximo
No vuelva usted mañana
La pandemia ha sido la excusa perfecta para expulsar al administrado de los pasillos de la oficina donde teóricamente debía de atenderse al público
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Iniciar sesiónNi mañana ni nunca. De hecho, usted, simple contribuyente que quiere arreglar en una ventanilla de la Administración pública los documentos que le exigen en otra ventanilla de otro organismo estorba. Para eso está el guardia de la puerta, que no es ningún funcionario sino ... un vigilante a sueldo para mantenerle a raya a usted y a todos los incautos que creen que pueden resolver una gestión así, de buenas a primeras.
Hay relatos que sonrojan de puro cómicos si la cosa no fuera, más bien para llorar: alguien que llega a una oficina pública vacía, sin nadie ni dentro ni fuera, pregunta y le dicen que tiene que pedir cita previa. Aunque los empleados estén allí dentro, a lo suyo. Pero sin cita previa, no hay nada que hacer. Y de ahí no se mueve el guardia de seguridad de la puerta, como un cancerbero a las puertas del infierno. Cita previa. De un día para otro, o de una semana para otra si es el médico de cabecera, o de un mes para otro si es el especialista, o de un lustro para otro si es el juicio por el despido improcedente que se resuelve en el Juzgado de lo Social. A usted no le queda más que esperar y pedir cita a través de procedimientos a cada cual más intrincado: el código QR, la página de internet, el mensaje al teléfono portátil... así tenga usted noventa años y no se maneje ni bien ni mal con las tecnologías.
La pandemia ha sido la excusa perfecta para expulsar al administrado de los pasillos de la oficina donde teóricamente debía atenderse al público. Nuestra Administración, sostenida con nuestras contribuciones y gobernada por nuestros representantes, se parece cada vez más al castillo kafkiano al que nunca llega a entrar el agrimensor K. Todo está pensado para que el ciudadano no dé la lata: hemos inventado la Administración que funciona sola. No ya de espaldas a la ciudadanía, sino sin la ciudadanía directamente. como en un despotismo que tiene bien poco de ilustrado.
Otras veces, ni eso. Llama desesperado un amigo, combativo de mil movidas urbanas, porque se encuentra los jardines de Murillo cerrados a cal y canto desde hace unos días. Le han dicho que unos trabajos de prospección en la muralla del Alcázar obligan a clausurar el paseo de Catalina de Ribera. Y cerrado está. No tiene donde ir a protestar. Las asociaciones de vecinos, salvo contadísimas excepciones, se orientan como veletas en función del color que gobierna. Los grupos municipales están a la luna de Valencia, cada uno en su propia noria como ratoncitos haciendo girar la rueda. Y la queja ni llega a oídos de quienes tienen que tomar las decisiones y se permiten adoptarlas a espaldas de los ciudadanos.
Total, si para plantar la reclamación también se exige cita previa...
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