La palidez autonómica
El andalucismo está de moda porque Cataluña existe. Y gana
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Iniciar sesiónUna primaveral eclosión andalucista está tiñendo de verde y blanco la palidez autonómica que en tanto olvido lo abandonó para que, algunos episodios políticos a los que asistimos, lo asimilemos a la imagen universal de un grupo de soldados clavando en tierra de Iwo Jima ... la bandera estadounidense. En serio. El furor andalucista es sorprendente cuando aún llevan luto por su pase a mejor vida los más significados militantes que conocí. Pero se ha convertido en tendencia y no hay nadie, absolutamente nadie, en el espectro regional, salvo los que a toda Vox dejaron muy claro que descartan la autonomía como modelo de Estrado, que no se envuelva en la bandera como si viviéramos un remake del 28F. ¿Qué tiene hoy el andalucismo que su amistad procuran tirios, troyanos? ¿Qué no habrán intuido, desde los laboratorios políticos, esos cabezas de huevo que husmean como perros de caza el ambiente para indicarnos el camino por donde se mueve el zorro de la nueva cacería política? Si damos por buena la frase de Breton, el escritor no el responsable de las 3000, de que el azar existe habrá que ir descartando que la tendencia andalucista sea un recurso vintage, como los pelos afros, los vaqueros de campanas y la música de Grateful days. No. En absoluto es un recurso vintage. El andalucismo está de moda porque, como no puede ser de otra forma en la política española de los últimos años, Cataluña existe. Y gana.
En esos laboratorios de la política donde se ha visto el futuro se entiende que tremolar la bandera andaluza ganará electores. Porque no hay mejor inductor en el mundo de la prospección electoral que la emotividad. El problema del andalucismo, uno de ellos, fue precisamente ese: que arraigó en los corazones de los andaluces como sentimiento y nunca como idea. Los corazones suelen moverse a base de pulsiones sentimentales, con pellizcos y quejíos. Las cabezas, dando por hecho de que sigan existiendo, son más reacias a dejarse llevar por la enajenación transitoria de la emoción. Es mucho más fácil y práctico llenar las calles y las urnas de emotividad que de ideas sustanciadas y potentes. Por eso, porque en un horizonte muy próximo veremos tomar decisiones que afectarán nuestros bolsillos, nuestro bienestar y nuestro desarrollo, han visto oportunísimo sacar las banderas del desván y plancharlas como para colgaduras del Corpus. Lo que hoy vale una bandera verde y blanca lo saben ya los brujos de la política.
Y en ese nuevo afán estamos. En manosear, con apasionado celo primaveral, el símbolo de una comunidad que peleó por hacernos iguales entre los que no querían serlo. Y aquella pirula política de hacer dos Españas con velocidades diferentes según qué historia nos vendieran, fue en parte detenida por el agravio. Esa palabra mágica. Ese resorte que tan divinamente funciona en Andalucía. Por agravio se consiguió lo que ahora nos quieren robar. Por agravio, por sentimentalidad, por emoción, por corazón. Pero no por ideas. Aquí las ideas, que son el esqueleto de los discursos, no cuelan como clases de anatomía política. Aquí nos apasiona más el conocer cómo la sangre discurre por el cuerpo andaluz. Bueno pues a ese agravio, a esa sangre, se le vuelve a invocar ante el pago que ya está recibiendo la Cataluña más insubordinada y fuera de la ley y de la Constitución. Esa nueva traición que desde un gobierno de Madrid se repite con el resto de España que lo es, sin ningún tipo de dudas, y está dispuesta a seguir siéndolo. El horizonte más inmediato ha inspirado a los brujos de la política a desempolvar el agravio y a colocarle en las manos una bandera andaluza. Porque volverá a funcionar como medicina. Pero no regresa el andalucismo. Se recobra el agravio para hacer diana. Lo de Teresa Rodríguez es una variante con acné juvenil de lo que hablamos. Pese a que tengo serías dudas de qué puede salir de una coctelera donde se mezcla nacionalismo y extrema izquierda. Sí o sí el licor resultante será muy explosivo…
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