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Extravagancia

La extravagancia podía estar en el color de unos calcetines o en el peinado de alguna forastera a la que hubieran invitado a una fiesta

Antonio García Barbeito

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Aquella tarde de verano, desde que salió de su casa cerca de la Cárcava, el Niño de Tormenta convirtió en admiración todas las miradas que se fijaron en él cuando subía, carretera arriba, a la zona de los casinos y la Plaza. El Niño de ... Tormenta había vuelto a la tribu tras una larga temporada de emigración, y decidió que aquella tarde de domingo era la mejor para salir con los pantalones dos dedos por encima de los tobillos y aquellos calcetines colorados que despertaron comentarios entre unas gentes que, en calcetines, como en tantas otras cosas, no había salido del blanco y negro, con ligera parada en el gris oscuro: «Ha pasado ahora mismo el Niño de Tormenta con unos calcetines coloraos… ¡parece un pájaro perdiz…!»

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