Marsé mirando al sur
La Cataluña charnega que narró Juan Marsé es el documento más universal de su literatura
Juan Marsé sufrió la persecución del nacionalismo catalán
Era el verano. La hora de la siesta, mientras todo permanecía en silencio. En la quietud de las horas calientes, viscosas y lentas, yo leía a Juan Marsé. Leí a Juan Marsé mientras estudiaba el Bachillerato porque era lectura obligatoria. La primera novela fue «Si ... te dicen que caí» y luego seguí leyendo aquellas historias fascinantes con paisajes urbanos que reconocía, aunque estuvieran en la otra punta de España y hablaran de otro tiempo distinto al mío. Marsé tomaba los personajes del natural, de las miserias y los retales de la vida cotidiana. Y eso lo reconocemos todos.
Recuerdo atravesar los solares del extrarradio de Barcelona a través de sus páginas. Esos lugares que me eran familiares porque reconocía esas soledades, los matorrales salvajes, las lagartijas sin cola, la parte de atrás de bloques residenciales. Y el olor a humo de rastrojos al caer la tarde. Sus personajes arrastraban el peso de la posguerra, niños criados entre la miseria y el desprecio. La Cataluña charnega que narró es el documento más universal de su literatura. Por eso todos nos reconocemos en su narrativa deslumbrante, precipitándonos en el vértigo de metáforas tan duras como hermosas.
Ha muerto Juan Marsé, pero ahí sigue para siempre en la biblioteca. Pasan por mi memoria los personajes de sus novelas confirmando cómo los grandes libros dibujan nuestro imaginario. Es curioso, no conocí de verdad Barcelona hasta que no la leí en sus novelas, aunque hubiera viajado antes en muchas ocasiones. La Barcelona de Marsé tiene la fuerza del Madrid de Galdós. Es más verdadera que la real.
En los últimos años ha tenido el desprecio del independentismo oficial que no ha soportado que escribiera en castellano. Es lógico, Marsé representa la Barcelona universal y, los popes del terruño, el ombliguismo provinciano.
Eso sí, tuvo la fortuna de vivir en la capital editorial de España y eso permitió que sus novelas tuvieran la difusión y proyección necesaria. Al pensar en Marsé he recordado a grandes narradores andaluces que supieron convertir nuestra tierra en materia novelesca, pero que no contaron con una industria editorial detrás: Alfonso Grosso, Manolo Barrios, Manuel Ferrand, Julio Manuel de la Rosa. Triste justicia la literaria...
Ahora espero con entusiasmo el libro póstumo de Marsé que publicará Lumen en septiembre: un viaje por el Sur que hizo en 1962. ¿Cómo será la mirada del Juan Marsé que recorrió Sevilla, Cádiz y Málaga? ¿Vería el otro lado del espejo de aquella Barcelona charnega que supo narrar como nadie?
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