QUEMAR LOS DÍAS

Elogio del bajista

Empiezo a sospechar que mucho de lo malo que nos está pasando tiene que ver con la inflación de liderazgo

No sé en qué momento a alguien se le ocurrió que todos debíamos ser líderes. Pero muy pronto las escuelas de negocio y las plantas nobles de las grandes empresas y también las universidades e incluso los colegios se poblaron de programas y propuestas formativas ... con un único propósito: fomentar el liderazgo. En consecuencia, hoy apenas existen ciudadanos de a pie que no se consideren líderes, aunque sean autónomos y sólo se manden a sí mismos. La ideología del liderazgo ha penetrado en el tuétano de nuestra sociedad de tal modo que ser competente se ha convertido en algo absolutamente insuficiente: si no eres líder, no vales nada.

Empiezo a sospechar que mucho de lo malo que nos está pasando tiene que ver con la inflación de liderazgo. Este superávit de líderes puede acabar resultando más insostenible aún que el cambio climático. De hecho, con tantos jefes, nos estamos quedando sin curritos, que son los que verdaderamente hacen avanzar un país. Va a llegar un momento en el mercado laboral en que sólo haya líderes, nacidos para cambiar el mundo pero absolutamente incapaces de mancharse las manos.

Conozco a muchos que se dicen tales. Pero todavía no me he cruzado con uno solo que me parezca realmente admirable. El espectáculo de la política actual es todo un tratado de liderazgo Carpanta: inútiles encantados de conocerse, cuando no incompetentes peligrosos y sin atisbo de capacidad de autocrítica. Los conozco desde pequeños: eran los delegados de clase, más tarde los presidentes de las comunidades de vecinos, por último llegan a concejales o acceden a algún carguito. Intrigantes, bien pagados de sí mismos, incapaces de reconocer el talento ajeno y podridos de filosofía barata legitimadora de su incompetencia.

La ansiedad por construir líderes evidencia un mundo incómodo consigo mismo, formado por personas que no se quieren, o que anhelan ser mucho más de lo que son. Inconformistas en el mal sentido. Google es bastante elocuente al respecto: si tecleas «liderazgo», el buscador ofrece casi 76 millones de resultados. «Decencia», en cambio, esa bella palabra que cualquier postulante a líder debería grabarse en el córtex, sólo arroja tres millones.

No entiendo la obsesión por fomentar el liderazgo, por ser el primero de la clase. En los grupos musicales, siempre he tendido a simpatizar con el bajista. Discreto, siempre en la sombra, de él depende, en realidad, que una canción coja vuelo; es el alma del sonido. El cantante, empero, suele ser el que más desbarra. Demasiada ansiedad, demasiado brillo. El propio término, liderazgo, proveniente del anglosajón leader, resulta postizo. Aunque tiene un componente de deliciosa malicia: etimológicamente también se asocia al griego loimos, que significa pestilencia. Algo, sin duda, mucho más ajustado a la realidad. Porque la peste ya es insoportable.

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