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#Boys

El Boys, Boys, Boys me devuelve a mi yo de los once años y a la teta de Sabrina saltando del escote en la Nochevieja de 1987

Sabrina Salerno ABC
Daniel Ruiz

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Desde que comenzó el confinamiento, a las ocho, durante y después de los aplausos, en mi barrio se produce una competición de canciones. Están, claro, Resistiré , también el himno de España, e incluso el Que viva España de Manolo Escobar. Pero ningún ... vecino acierta a entender que todos los días, puntualmente, desde una vivienda suene, a un volumen atronador, el Boys, Boys, Boys de Sabrina. Cada uno dedica esos minutos a su expansión particular, es el momento del día en que los vecinos explicitan su alegría. Después de la primera semana de aturdimiento, renuncié a comprender la intencionalidad. Como en aquella mítica escena de Salvar al soldado Ryan en la que los soldados escuchan a Edith Piaf en un viejo gramófono y rememoran momentos de felicidad antes de la lucha final, el Boys, Boys, Boys me devuelve a mi yo de los once años y a la teta de Sabrina saltando del escote en la Nochevieja de 1987. Es como el viejo blues que un preso canta cada noche en voz alta desde su celda para que todos lo escuchen, y que acaba volviéndose necesario. Ayer por la tarde, salí a la terraza, pero la canción no sonó. De repente me sentí desamparado, sin saber qué hacer. Necesitaba que la teta de Sabrina regresase, que sobrevolase sobre mí. Fueron, lo reconozco, unos minutos angustiosos. Pero por fin se obró el conjuro cotidiano: la canción tronó una vez más.

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