La Alberca

Sevilla, lávate

La suciedad se ha convertido en un drama porque Lipasam ya no tiene medios propios para arreglar esto

El turista que llega en taxi desde el aeropuerto a su hotel se va topando con una suciedad endémica, no coyuntural, que va de los contenedores sin recoger a las paredes grafiteadas y las esquinas orinadas. Salvo la zona monumental, donde el Ayuntamiento sí usa ... jabón, el resto de Sevilla es una pocilga insoportable en la que se mezclan pestes de todos los colores, mugres variadas y una dejadez escandalosa. Hay aceras de la ciudad en las que ya no puede intervenir Lipasam porque no tiene medios propios. El pavimento ha quedado olvidado debajo de varios estratos de mierda, de manera que ahí ya sólo puede actuar un equipo de arqueólogos para llevar a cabo una excavación que permita rescatar el bien primitivo. El candidato del PP, José Luis Sanz, ha hecho bandera de este problema en su labor de oposición y ha publicado un vídeo muy ilustrativo en el que friega una acera negra con gel hidroalcohólico para demostrar que en su origen fue blanca. El resultado habla por sí mismo. Y el alcalde sabe que tiene un problema gordo con la limpieza, pero todas las medidas que ha tomado hasta ahora han sido inútiles. Creó una delegación específica para gestionar Lipasam, cambió el organigrama de la empresa, dio órdenes internas para priorizar este asunto... Sin embargo, Sevilla está más guarra aún que cuando él llego y la imagen que proyecta en estos momentos es la de una ciudad asquerosa, hostil, desagradable y mal cuidada. Hay contenedores que acumulan dos dedos de pringue orgánica porque no les han metido una manguera jamás. Y hay calles que tienen en el suelo una mezcla vomitiva de orín, caca de perro, bosta de caballo, cera de nazareno y chicles. A estas alturas es más barato reasfaltarlas que limpiarlas.

Lipasam es un desastre que exige medidas muy drásticas, pero ningún político se atreve a meterle mano a ese caos para no enfrentarse a huelgas de limpieza. No es una empresa gestionada con criterios profesionales, de ahí que en muchas zonas la recogida se lleve a cabo a plena luz del día, cuando el sol ya está ejerciendo su poder corruptor sobre la basura amplificando su hedor. No se baldea de forma funcional. No se barre a tiempo, lo que nos deja estampas como las hojas del otoño por el suelo durante el verano, tal vez a la espera de que se desintegren antes de que aparezca un operario que las recoja. Tampoco se friega en condiciones. ¿Alguien ha olido alguna vez un producto de higiene después de que pase un coche naranja del Ayuntamiento?

Queda un año para las elecciones y el alcalde es consciente de que si no le lava un poco la cara a la ciudad, lo va a tener difícil para ganar. Hay un hartazgo generalizado en los barrios, donde es imposible andar por las plazoletas sin que se peguen las suelas de los zapatos. Y ya no se acepta el discurso del incivismo porque es obvio que Sevilla no está así porque la gente sea muy sucia, sino porque se limpia muy poco. A este paso, el turista acabará escribiendo en el cristal de la puerta de embarque al marcharse a su casa el mensaje típico del parabrisas de los coches puercos: «Sevilla, lávate».

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